Octava entrega de Jesús. La humanidad y su Madre.

Oración de acompañamiento a Jesús en su entrega del Jueves y el Viernes Santo.

Octava entrega. Desde la cruz. Jesús entrega la humanidad a su Madre y su Madre a la humanidad.

“Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre»” (Jn 19, 26-27).

¿Quién es ese al que tu amabas?, ¿no tiene nombre? Lo tiene, tiene el nombre de todo aquel te mira y cree en ti, a quien tu amas.

¡Qué delicado eres! No quisiste que apareciera ningún nombre para que cada uno supiéramos que somos nosotros “el discípulo al que ama”.

No podría vivir de otro modo, ¿cómo vivir pensando que no me amas?

Y me lo dices ahí, en tu agonía. Me entregas a tu madre. Me diste la vida, estás entregando la Vida, y te quedan fuerzas para dar el más preciado bien que nadie puede tener.

Pero a veces la mediocridad se hace fuerte en mí y pienso ¿quién se cree este para entregarme, acaso le pertenezco, acaso soy yo su hijo?, ¿quién eres tú Jesús, acaso tú eres mi Padre?, y me respondes “Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe?, quien me ha visto a mí ha visto al Padre” (Jn 13, 9).

Y vuelvo a mirarte queriendo ver al Padre, pero veo tu cuerpo completamente llagado, te veo completamente entregado.

Ahora miro a María y veo a mi Madre, y veo sus ojos clavados en ti y me abrazo a ella queriendo consolarla, pero en mi abrazo es ella mi consuelo.

“No os dejaré huérfanos” (Jn 14, 18) Lo tenías todo previsto. Por eso querías que estuviera aquí, frente a ti, junto a nuestra Madre. Quieres que me entregue a ella.

Y María, que tiene el alma tan llagada de dolor como tu cuerpo oye tus palabras y cierra los ojos, como asintiendo; ahora no puede pensar en otro más que en ti, no piensa ni en Juan, ni en mi, ni en ninguno de sus otros hijos, pero “conservaba todo esto en su corazón” (Lc 2,51). Conserva tus palabras y conserva a tus hijos, a sus hijos.

“Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio” (Jn, 19, 27) ¿Quién recibió a quién?

María nos recibió desde el primer instante, ella también aceptó la voluntad del Padre, “Hágase en mi según tu palabra” (Lc 1, 38). Juan te acogió. Sí Madre, yo también deseo acogerte en mi corazón “como algo propio”.

Y viendo el enorme dolor que sientes ante Jesús entregado sé que sigues sufriendo, ¡Cuánto dolor tienes Madre por todos esos hijos que no te quieren recibir en su corazón!, ¡Cuánto dolor hay en esos corazones que no te han acogido!

“Haced lo que Él os diga” (Jn 2, 5), si tan solo te recibiéramos, si fuéramos capaces de acoger esta entrega, ¡qué vida tan plena tendríamos contigo en nuestro corazón!

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