Tenemos lo que nos merecemos.

Perdón. Nada me molesta más que alguien que ni conozco ni le he pedido opinión me venga con una charlita moralizante o culpabilizante, y mi intención no es esa, solo deseo quejarme.

El día 28 de diciembre celebramos el día de los Santos Inocentes, es decir conmemoramos la matanza de niños que Herodes perpetró a comienzos de nuestra era con el objetivo de lograr la muerte del Niño Dios.

Desde hace años ese día se ha asociado al día de la defensa de la Vida, pensando muy especialmente en los niños que mueren en el vientre materno en los abortorios del mundo.

Veamos las últimas estadísticas publicadas. Según el Ministerio de Sanidad del Gobierno de España en el año 2021 murieron abortados 90.189 bebés (una media de 247 bebés muertos diariamente en abortorios). Hay que aclarar que esta estadística no incluye los abortos provocados por el procedimiento de la fecundación in vitro. No hay estadísticas de esa atrocidad.

Si tenemos en cuenta que en ese mismo año hubo 337.380 nacimientos, podemos hacer el cálculo (aunque no es exacto) de que en 2021 se abortaron conscientemente el 21,09% de los niños gestados en España.

1 de cada 5 niños concebidos en España es abortado. Esta estadística se mantiene estable desde hace más de 20 años.

El 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes, hubo una concentración, convocada por varias entidades provida frente al monumento a la Constitución Española para reclamar la defensa de la vida del nonato. En el momento de máxima afluencia llegamos a ser 40 personas.

No nos vamos a extrañar. Viene siendo una constante de los últimos años. Cada vez menos personas se manifiestan públicamente en contra del aborto.

El aborto – la cultura de la muerte – ha sido asumida completamente por las personas que integramos esta sociedad. Así de enfermos estamos. Yo el primero.

La prueba de que yo también he asumido el aborto como algo “normal” en nuestra vida es que sigo vivo, cuando ya debería haberme quemado a lo bonzo en la puerta del Tribunal Constitucional de España porque han pasado más de 11 años sin que resuelva el recurso de inconstitucionalidad de la maldita ley del aborto. O debería, quizá, haber pegado mi cuerpo al asfalto de una autovía o al menos pegar mi mano junto al cuadro de La Maja Desnuda en el museo del Prado de Madrid, reclamando al menos 1 minuto de atención en los telediarios. Solo un minuto.

Pero no. 247 niños son abortados diariamente en España y todos seguimos como si nada.

Bueno, quizá usted sea de esos que se rasgan las vestiduras porque el presidente del gobierno de España utiliza el avión Falcon para ir a Barcelona a escuchar el último concierto de Joan Manuel Serrat. Si a usted eso le altera permítame decirle, sin acritud: ¡¡váyase a la mierda!!

O quizá es usted de los que le escandaliza el “maltrato” animal en las granjas donde se crían los pollos, los cerdos y los terneros que nos comemos y cree que es inmoral comer carne, comer huevos o beber leche de vaca …, bueno, si así lo considera, allá usted, si hace de ello una lucha sin cuartel: ¡¡váyase a la mierda!!

Y podría seguir enumerando causas estúpidas que movilizan a miles de personas que son capaces de escuchar impertérritos las estadísticas de abortos.

La gente es capaz de salir en tromba a celebrar una victoria de su equipo de fútbol, pero ante la muerte de miles de bebés en el vientre materno no mover ni un dedo.

Llevo años convencido de que la aprobación del aborto en el mundo (por primera vez en 1920 en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas), pero claramente desde que se aprobara en el Reino Unido en 1967 y en 1973 en los Estados Unidos de América, es el origen de la decadencia moral en la que estamos sumidos.

No se me ocurre una aberración moral más grande que aprobar que sea legal matar a un bebé en el vientre materno.

Si esto no provoca a las personas que constituimos una sociedad y que consideramos que es una atrocidad a movilizarnos, ¿entonces qué?

Entonces, nada. Sencillamente, nada.

Estamos moralmente muertos.

¿Y qué me dice de la escusa con la que prácticamente todos los países comienzan a legislar a favor del aborto?: habitualmente se legista inicialmente para los casos en los que el bebé puede sufrir alguna alteración genética.

Solo escribirlo me produce arcadas.

¿No fue así como comenzó Adolf Hitler su famosa “Solución Final”? El 1 de septiembre de 1939 firmó la orden de eliminar a los “inútiles”.

Así comenzó el holocausto, exactamente igual que las leyes de legalización del aborto.

Y hay quien cree que eso es moralmente (más) «aceptable». Es acojonante.

¿Le asusta que un niño de 15 años pueda “cambiarse de sexo”?, ¿le preocupa la pandemia de adicción a la pornografía?, ¿cree que el independentismo está destruyendo España?.

¡Pamplinas!, todo eso son pamplinas. Estamos muertos moralmente.

Aceptamos que se mate a bebés en el vientre de sus madres y nadie dice nada.

¡¡Váyase a la mierda!!

Por cierto, yo me voy con usted. Nos vamos todos.

Publicado en Familia, Libertad, Relación padres - hijos | Etiquetado , | 1 Comentario

Dios es músico.

Dios compone conciertos. Un concierto específico para cada ser humano.

En la actualidad hay más de 8 mil millones de conciertos sonando al unísono. Cada concierto distinto, pero todos interconectados. Compartimos notas, compases, acordes con los que estamos cerca; a veces son solo un par de notas – una mirada con aquel con quien nos cruzamos – otras veces compartimos los acordes de un gran movimiento, como con nuestros padres, nuestro cónyuge, nuestros hijos o nuestros hermanos.

Cada uno nuestro concierto, concierto para un solo instrumento, que es a la vez solista y acompañamiento de la orquesta de quien está a tu lado, todo integrado en la gran sinfonía humana.

Hay violines, violas, pianos, oboes, guitarras, tubas, banjos, chistus, clavicordios, ukeleles, harpas de boca, etc. Imagina cualquier instrumento y habrá cientos de miles sonando en alguna parte de la tierra, siguiendo la sinfonía que Dios está escribiendo con ellos.

También hay platillos, timbales y triángulos. Parece que tienen poco que decir, pero si no sonaran, la sinfonía de la humanidad estaría incompleta.

Dios escribe a la vez que suena la música. Completamente al unísono, Dios y cada uno de nosotros. No la ha escrito de antemano, eso sería predestinación, ni la escribe después de oírla, entonces no sería Dios, sería un simple escribano.

Dios compone el concierto con cada uno de nosotros. Cuando más dejamos que sea Él quien guíe nuestras notas, cuanto más acompasamos nuestro ritmo a la melodía que Él desea para nosotros, más libres nos sentimos y probablemente lo seamos. No significa que la sinfonía, en esos compases, esté libre de dramatismo, de tristeza, o incluso de sufrimiento o de incertidumbre por cómo acabará ese movimiento, pero nos sentimos confiados de que la música no depende de nosotros, solo la ejecutamos y sabemos que el epílogo será bello.

Pero también nos permite tomar por completo las riendas de la partitura, nos permite llevar la melodía allá donde queramos, nos permite hasta pensar que somos los únicos autores de nuestro concierto. Él escribe, siempre atento, siempre aportando luz hacia lo más alto, hacia lo más sublime, hacia lo que desea que lleguemos a ser … y por eso completamente libres de Él, si eso es lo que queremos, pero entonces tocaremos la música completamente apegada a nuestros miedos, a nuestros deseos, a nuestras inseguridades o, sencillamente, intentando que suene como desean aquellos a quienes, por miedo o por deseo, les hemos dado poder sobre nuestra vida.

Dios compone sinfonías, rapsodias, fantasías, fugas, poemas sinfónicos, oberturas, sinfonías y sonatas. Algunas son tan breves que ni siquiera la madre del artista es consciente de la música que ha vibrado en su interior, otras trascienden a generaciones.

Creemos que cuando morimos nuestra música se apaga. No es cierto, nuestra música sigue resonando, como un eco, en los corazones de los que nos han amado, e incorporarán algunas de las notas que nosotros tocamos a su propio concierto y mientras, del otro lado, nuestro concierto deja de ser único, aislado, y nos convertimos en miembros de esa gran y maravillosa orquesta que perfectamente armonizada y acompasada tocan una misma obra, la más obra más bella que jamás podamos oír, la obra que suena en el Corazón de Dios desde la eternidad. Todos los Santos de la historia unidos a los ángeles en una sola armonía, perfecta, sublime, todos en éxtasis por oír nuestra voz que se eleva hasta Él, al que veremos por fin, amándonos y recibiendo nuestro amor, tal y como Él siempre lo ha pensado.

Publicado en Fe | Etiquetado | Deja un comentario

Petición a San José antes de Navidad.

¡José!, ¡José!

¡Ven!, ven, mira. Me he enterado que no habéis encontrado alojamiento en ninguna posada … bueno, con tu permiso me he permitido prepararos un lugar … mira, os he hecho sitio en mi corazón. Sé que no es el mejor lugar … bueno, sé que no es apropiado para tu esposa María, y, más aún, que no es digno de recibir a vuestro Hijo … pero es lo único que tengo para poder ofreceros.

Está frío, ¡es de piedra!, pero sé que si aceptáis quedaros en él, podréis hacer de él un lugar mejor.

Yo lo he intentado limpiar lo mejor que he sabido, pero creo que todavía os encontraréis afectos viejos, que quizá os quiten sitio. Si me pudierais enseñar a librarme de esos estorbos …

También he cambiado algunas cosas de sitio … la pereza, el egoísmo, el orgullo, pero que no consigo desprenderme de ellos, ¡son tan grandes! Si quieres hacer con ellos una hoguera, quemarlos y hacerlos desaparecer para siempre, ¡cómo te lo agradecería!

Ves, ya te decía yo, que mi corazón no es digno de acogeros, pero si no os lo entrego … quedará sumido en la más absoluta oscuridad; si no os lo entrego, creo que no servirá para nada.

Con vuestro calor, con vuestro amor, podréis hacer mi corazón más acogedor. Después, cuando nazca el Niño, sé que podrá transformar la piedra en carne.

He visto cómo amas a María y cómo te ama ella a ti, y me gustaría tanto que estuvierais siempre en mi corazón para poder aprender de vosotros.

Con vuestro ejemplo, vuestra guía, sé que podrá latir para los demás, no solo para mí. Y quizá con vuestro Hijo en mi corazón podré llegar a ser como un niño; seguro que a Él le gustaría.

José, ven, por favor, venir a mi corazón María y tú, y con vuestro Hijo hacer morada en él, para siempre, … yo os lo entrego. Que vuestro Hijo crezca en él y que su Corazón lata con el mío. ¿Sabes?, he soñado que ya había nacido y que le habías puesto nombre. ¡Qué bonito!, me gusta mucho, Emmanuel.

Publicado en Educar en la fe, Fe, Navidad | Etiquetado , | 1 Comentario

Regalos de Navidad

¿Cómo podrán los Reyes Magos transportar tantísimos regalos? ¿De verdad sólo usan tres camellos, o esos son sólo los que nos enseñan? Son misterios que nunca llegaremos a descubrir pero que cada año despiertan mi curiosidad.

Me gustaría, desde la más sincera humildad, poner mi pequeño granito de arena y dar alguna idea a los Reyes Magos para que, conservando todo su amor, no hagan más locuras de las estrictamente necesarias.

1) A pesar de que las listas que escriben los niños a los Reyes pueden están cercanas al concepto matemático de GOOGLE – «número más alto conocido sin llegar a ser infinito» -, no es en absoluto recomendable intentar cubrirla. Así que al margen del presupuesto que podamos haber establecido por cabeza, mi recomendación es marcar un MÁXIMO de regalos por persona, muy especialmente si es niño. En concreto mi recomendación son, como MÁXIMO, cinco regalos (5).  Cinco en TOTAL. La cuestión entonces está en distribuirlos.

Veamos, si nuestros hijos tienen la suerte de tener a sus cuatro abuelos, es habitual que los Reyes dejen alguno en cada una de sus casas (ya van dos regalos). También es frecuente que dejen un regalo en casa de los padrinos – pensemos que son un matrimonio – (ya van tres), así que bastaría con que en casa los Reyes Magos trajeran 2 regalos. (Si los padrinos no son matrimonio y cada uno le pide a los Reyes un regalo, en casa basta con que los Reyes dejen un regalo). Si, si, ha leído bien, basta con que en casa dejen UN (1) regalo.

CINCO REGALOS EN TOTAL como máximo, si no lo alcanzamos y nos quedamos en UNO, es fantástico. – (no vale hacer la trampa de pedir 5 al Niño Jesús para que lo traiga el 25 de diciembre y otros 5 a los Reyes).

Cinco regalos es la cantidad que  el cerebro del niño (y también un adulto) puede asumir sin provocar ninguna sobredosis de egoísmo, autosuficiencia, o «melomerezcotodo».

Cada vez conozco más niños con el síndrome de «melomerezcotodo». Son niños difícilmente soportables hasta para sus padres quienes, en ocasiones, también lo sufren: «me merezco ir al gimnasio» (o a padel o a la «desconexión» que sea), «me merezco un trabajo que no sea mileurista (y por eso llevo tres años en el paro)», «me merezco una pareja que no se le hayan caído las carnes (y por eso cambio tan a menudo)», «me merezco cambiar de móvil, porque en el que tengo ya no me caben más selfies».

El síndrome de «melomerzcotodo» está causando estragos en los matrimonios, en las relaciones entre los padres y los hijos y en las relaciones laborales.

2) Regalar algo que si no se lo traen los Reyes Magos, nunca lo tendría. ¡SEAN SORPRENDENTES! ¿Un móvil? ¿De verdad? ¡Vaya regalo cutre!. Por caro que sea. ¡Va a tener uno el resto de su vida!. No solo va a tener móvil el resto de su vida, sino que lo va a tener ¡como máximo! a 3 metros de distancia. (Mire ahora a su alrededor y localice el suyo, ¿a qué distancia está?). Un querido amigo que regenta varios tanatorios confirma mis sospechas: «Ya no tiene nada de raro que pidan que se les entierre con el móvil». Ahí lo dejo.

Reyes Magos, por favor, que se note vuestra condición, regalar algo que pueda recordarse muchos años más tarde. (Ya ni me acuerdo cuándo me regalaron dos entradas para ir al teatro, pero el regalo nunca lo olvidaré).

Regalen flores, aunque sean efímeras. Pero el mensaje es evidente: Te quiero.

Regalen algo que pueda ser recordado porque en su esencia conlleva belleza.

Regale algo que no se encuentra en amazon. Verá como sorprende.

3) Sería buenísimo que los Reyes Magos trajeran a cada miembro de la familia un regalo de tiempo. Sí. Que trajeran una tarde o un fin de semana.

«Vale por una tarde entera dedicada a jugar a lo que tu quieras con tu padre – ¡SIN MÓVILES, TABLETS, VIDEOJUEGOS, NI NADA!».

«Vale por un día y una noche con tu cónyuge en un lugar tranquilo – ¡SIN MÓVILES NI NADA!». (El lugar tranquilo puede ser nuestra casa, sin niños, sin armarios que ordenar, sin «temas urgentes que responder», solos tu y yo). Si esto le suena a aburrimiento y no sabría que hacer 24 horas a solas y «sin nada que hacer» con su cónyuge, busque ayuda urgente. Muy urgente. NO lo digo de manera retórica, lo digo muy en serio. Si pasar 24 horas en casa con su cónyuge le huele a aburrimiento su vida está en grave peligro. Busque ayuda.

«Vale por una tarde entera con la abuela en donde ella elija».

Por supuesto los regalos de tiempo deben cumplir dos requisitos:

a) Debe ser tiempo compartido – nada de tiempo para ti solo.

b) Deben llevarse a cabo en un máximo de un mes desde que se entregan, ya que de lo contrario lo más probable es que duerman el sueño de los deseos no cumplidos.

4) Si su hijo todavía está en edad de juguetes: ¡QUÉ SEA DIVERTIDO!. Qué manía les ha dado a algunos padres con los dichosos «juguetes didácticos». ¡Qué pesados!. El juguete debe divertir NO enseñar.

De verdad que estamos locos. Ahora está de moda el «juguete didáctico» y a la vez «la enseñanza lúdica». ¿Por qué no dejamos las cosas en su sitio natural?: «juguete lúdico» y «enseñanza didáctica»?

5) Cuando los hijos son mayores, no importa la edad que tengan – como si tienen 44 años , padres, por favor os lo pido, no os los llevéis de compras a «hacer de Rey Mago». Es la forma más triste de matar una de las pocas ilusiones que nos quedan. No hagáis «como si no». No hagáis como si los Reyes Magos no existieran.

Feliz Navidad. 

Publicado en Navidad | Etiquetado | Deja un comentario

¿Qué puedo regalar esta Navidad?

Ya queda poco tiempo para la Navidad y menos aún para que nos volvamos locos con las compras.

En este tiempo, especialmente bajo los efectos de la maldita pandemia, me voy a permitir hacer una sugerencia para los regalos – de este año y del resto de los tiempos.

Te sugiero que no compres cosas. Ni móviles, ni relojes, ni bufandas, ni guantes, ni camisas, ni pantalones. Ni juguetes.

Por prácticos que sean, NO regales cosas: regala TIEMPO o regala EXPERIENCIAS.

Regala una mañana, una tarde o un día entero contigo en el lugar que más le pueda apetecer al destinatario.

Llévatelo al teatro, a un parque de atracciones, a un paseo por el campo, a una conferencia, a ver una película al cine, a pasear por el jardín botánico, al zoo, al circo, a patinar sobre hielo, o a montar en bicicleta, en globo o a caballo, llévatelo a tomar un café con el bollo o la tarta que más le guste, a comer a un restaurante que nunca pensó que podría ir o quédate en casa y comeros un pollo asado sin usar cubiertos.

Regala TIEMPO contigo. Regálale una EXPERIENCIA que pueda conservar para siempre en su corazón.

Todos los objetos se rompen o se pierden o se desgastan o lo que es peor: se cambian al día siguiente de que lo hayas regalado; pero esas cuatro o cinco horas contigo, haciendo eso que tanto le apetece nunca se romperá, nunca se perderá, nunca se desgastará y lo que es seguro: NUNCA QUERRÁ CAMBIARLO. Lo guardará para siempre en su corazón, volverá a ello cuando necesite recuperar un poco de alegría.

Si después de todos estos meses de pandemia y, lo que es peor, de confinamiento obligado o voluntario no hemos aprendido que lo único importante en nuestras vidas son las personas que tenemos alrededor, son las experiencias que construyen nuestra vida y es el tiempo compartido y entregado a los demás, habremos perdido una oportunidad inigualable.

Esta Navidad NO regales cosas. Regala tiempo y regala experiencias. Y asegúrate que TÚ eres parte del regalo.

Será EL MEJOR REGALO.

P.D. La idea de este post no es mía, se la debo a Alicia Bastos. Ella me hizo este regalo.

Publicado en Uncategorized | Deja un comentario

¿Por qué rezo?

Estaba yendo de una habitación a otra de mi casa, cuando esa pregunta “¿por qué rezo?” vino a mi mente sin conexión ninguna ni con lo que estaba haciendo ni con lo que estaba pensando.

Asombrosamente la respuesta apareció de manera tan automática y espontánea como la pregunta: “Porque me voy a casar con Cristo”.

Nunca se me hubiera ocurrido dar esa respuesta. Nunca había pensado en mi relación con Cristo, ni en este mundo ni en el cielo, como una unión matrimonial, pero esos pensamientos tan inesperados como espontáneos me llevaron a toda una reflexión.

Lo primero que pensé, ahora ya sí de manera reflexiva, fue que al fin y al cabo probablemente esa es la unión que tendremos con el Señor en la vida eterna; y me llevó a considerar cómo es mi oración y por qué pudo venirme esa idea.

Me di cuenta de que efectivamente la oración es una comunicación con quien me ama y a quien quiero amar, y que dedico mucho tiempo a intentar conocerle, bien a través de la lectura de la Biblia, especialmente del Evangelio, como en la oración de contemplación.

¿Acaso no es a eso a lo que se dedican los amantes: contemplarse buscando conocer y abarcar todo del amado?

Busqué en la Biblia los versículos en los que se refiere a la relación con el Señor como una relación esponsal, encontrando palabras bellísimas, llenas de fuerza:

”Y oí como el rumor de una muchedumbre inmensa, como el rumor de muchas aguas, y como el fragor de fuertes truenos, que decían: «Aleluya. Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo, alegrémonos y gocemos y démosle gracias. Llegó la boda del Cordero, su esposa se ha embellecido, y se le ha concedido vestirse de lino resplandeciente y puro —el lino son las buenas obras de los santos—». Y me dijo: «Escribe: “Bienaventurados los invitados al banquete de bodas del Cordero”». Y añadió: «Estas son palabras verdaderas de Dios»”, Apocalipsis, 19, 7-9.

“Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva, pues el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar ya no existe. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén que descendía del cielo, de parte de Dios, preparada como una esposa que se ha adornado para su esposo. Y oí una gran voz desde el trono que decía: «He aquí la morada de Dios entre los hombres, y morará entre ellos, y ellos serán su pueblo, y el “Dios con ellos” será su Dios». Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni duelo, ni llanto ni dolor, porque lo primero ha desaparecido. Y dijo el que está sentado en el trono: «Mira, hago nuevas todas las cosas». Y dijo: «Escribe: estas palabras son fieles y verdaderas».” Apocalipsis 21, 1-5.

“Como un joven se desposa con una doncella, así te desposan tus constructores. Como se regocija el marido con su esposa, se regocija tu Dios contigo.” Isaías, 62,5.

“Tengo celos de vosotros, los celos de Dios, pues os he desposado con un solo marido, para presentaros a Cristo como una virgen casta” 2 Corintios, 2.

Todas estas lecturas me hicieron a entender que quien se casa con el Señor es la Iglesia. Pero, ¿qué es la Iglesia sino todos los bautizados, desde el Papa hasta el más pequeño de los bebés que acaba de recibir al Espíritu Santo? Los bautizados somos los miembros de la Iglesia, cada uno de nosotros debemos casarnos con el Señor para conformar la boda.

Me di cuenta de que, en realidad, casi toda la Biblia se puede leer en clave de amor conyugal. El Padre entrega a su Hijo como esposo a los hombres, y por si fuera poco, también nos entrega Su amor, el Espíritu Santo, para que podamos corresponderle. Es impresionante.

Seguí reflexionando sobre mi oración y me di cuenta de lo egocéntrica que a menudo es. Me di cuenta que soy como el novio que en cuanto tiene un momento con su amada se dedica a hablarle nada más de lo que ha hecho en su día, de lo que le ha salido mal, de los planes que tiene y de las preocupaciones que le invaden, pero apenas escucha a su amada ni busca corresponderla, tan solo ser escuchado.

Ya hacía messes que en una ocasión, cuando acababa de regresar tras una infidelidad hacia el Señor (cuando volvía de confesarme, quiero decir), pensaba en cómo era posible que él Señor me perdonara siempre. Entendí que Cristo es como una esposa maltratada, que a pesar de mis infidelidades y de mi maltrato no deja de amarme y siempre está a la espera de mi arrepentimiento, nunca me niega el perdón, siempre me vuelve a acoger en sus brazos. Más aún, entendí que como la esposa del borracho que una y otra vez llega a casa en un estado deplorable, no sufre tanto por el desprecio y el maltrato al que le someto, sino por el lamentable estado al que me abandono. Y su felicidad cuando regreso no es por Él, como si necesitara mi amor, sino por verme restaurado y capaz de acoger Su amor.

Entendí entonces que Jesús realmente estaba enamoradísimo de mí, y lógicamente de todo el mundo; que la mejor forma de entender qué siente por cualquiera de nosotros es esa: «está locamente enamorado», como un adolescente, solo que Él no idealiza a nadie, muy al contrario, nos conoce plenamente y de ahí la perfección de su amor, su amor es total, sin límites ante nuestras debilidades.

Seguí pensando en mi oración y me di cuenta que, como cualquier novio, también paso mucho tiempo hablando con Su Madre, mi Madre. Conocer a la madre del amado es necesario para poder llegar a conocerle en su más profunda intimidad. Y también dedico tiempo a hablar (y escuchar) a los que han sido sus amigos, a los apóstoles, sin duda y sus discípulos, pero también los amigos que ha tenido a lo largo de los siglos, los santos. Ellos me hablan de cómo se han relacionado con Jesús y consecuentemente de cómo es Él, y ellos, que ya han llegado a la meta, la boda con el amado, me ayudan, me guían por el camino hacia Él.

Pero es Él quien más me habla. Rezo para escucharle. Cada minuto frente Él en el sagrario, o mejor aún, cara a cara, cuando está expuesto en la custodia. Cada Eucaristía la cena de bodas, como si fuera el “ensayo” del banquete definitivo. En cada Misa mi amado se me entrega. ¡¡Como quisiera yo recibirle como Él desea que yo lo haga!!

¿Por qué rezo?, porque me voy a casar con Cristo. Amén.

Publicado en Fe, Matrimonio | Etiquetado | Deja un comentario

Dios NO castiga

Lectura de verano. Una entrevista en un periódico digital (libertaddigital.com) a una sra. llamada Laura Riñón Sirera a la que no tengo el gusto ni de conocer ni de haber leído ninguna de las novelas que ha publicado. Por algún motivo que desconozco el periodista hace una entrevista en clave evangélica, a golpe de versículos como pregunta. Hacia el final de la misma aparece el siguiente diálogo:

Periodista ¿En qué creyó alguna vez y, a partir de un momento equis, dejó de creer?

R: En el dios de la religión cristiana. Creí hasta los 24 o 25 años. Iba a misa los domingos y rezaba todos los días. Un día, me pregunté: «Este señor, ¿quién es?». Y, más que dejar de creer, lo transformé en otra cosa distinta. No puedes dejar de creer en algo que, al final, te ha ayudado. El dios que las religiones han creado es un dios para agarrarte, para dar esperanza y para generar culpa. «No puedo hacer esto; si lo hago, Dios me castiga».”

De manera automática pienso: “Otra a la que se lo han explicado mal”.

Y comienzo un monólogo que me gustaría compartir con ustedes.

A mi también me lo explicaron mal. Lo de que Dios castiga … y todo eso. “Los buenos van al cielo, los malos al infierno” y tal y cual.

Pero oye, que esta señora ya tiene una edad (y le concedo el beneficio de pensar que al ser novelista algo de cultura debería tener). Quizá podría haber contrastado algo las fuentes ¿no?

Es cierto que durante siglos, muchos siglos, la leyenda negra del “Dios castiga” ha sido transmitida de generación en generación por parte de algunos miembros activos de la Iglesia (sacerdotes, obispos y consagrados) y los miembros pasivos (los fieles) se lo tragaron con un amén, pero vamos, que basta con escuchar atentamente cada frase de Misa, leer detenidamente el evangelio (y si es necesario escuchar alguno de los muchos comentarios que hoy se encuentran en las redes a diario) y leer a los grandes (San Pedro, Santa Teresa de Jesús (o de Calcula, o de Liseux), San Rafael Arnaiz, San Ignacio de Loyola, al Santo Cura de Ars, Santa Faustina Kowalska, ¡¡y tantos más!!), para comprender que el nombre de Dios es Misericordia, no castigo.

Aquellos que hablan de que Dios castiga han debido tener una experiencia terrible (equivocada) con no sé qué dios.

Ni Dios creó al ser humano (perdón por utilizar un término políticamente correcto) para condenarle ni Cristo vino al mundo para castigarle.

Más aún Dios NO castiga, Dios REDIME.

Fijémonos tan solo en las últimas horas de Jesús en la tierra (antes de su resurrección). Especialmente en lo vivido en cada Eucaristía, en las palabras pronunciadas por Él: “Este es mi cuerpo” … “esta es mi sangre” … “que será entregada por vosotros” … y dicho y hecho, no se queda en meras palabras, sino que realmente se entrega, ¡¡qué sí!! ¡¡que se entregó!!, pero no solo a los judíos y a los romanos, ¡¡Cristo se entrega al Padre!!, ¡¡ por nosotros !!

Eso es redimir.

Según la Real Academia de la Lengua:

“1. Librar a una persona de una obligación, de un dolor o de una situación penosa.

2. Conseguir la libertad de una persona o sacarla de la esclavitud mediante el pago de un precio.”

Nos liberó del castigo merecido por nuestra falta de amor a Dios y al prójimo. Él ha pagado el precio.

Mire un crucifijo. Mire a Cristo crucificado. ¿qué mal cometió?, y usted, ¿ha cometido alguna vez algún mal?

¿Quién ha recibido el castigo? Él.

¿Cómo puede haber gente que sigue creyendo que Dios castiga a los hombres?

¿Y lo del juicio y lo del infierno?, ¿acaso todo eso es mentira, como ahora dicen algunos?

Me parece a mi que ni el juicio ni el infierno son mentira. ¡¡Claro que al morir nos enfrentaremos a un juicio sobre nuestra vida!!, pero ya conocemos la sentencia.

San Juan de la Cruz nos pasó las preguntas del juez y del fiscal: “Al atardecer de la vida, nos examinarán del amor”.

La verdad es que ya nos lo había avisado el mismo Jesús:

«Maestro, ¿cuál es el principal mandamiento de la Ley? Él le respondió: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos pende toda la Ley y los profetas» Mt. 22, 36-40.

Así que me imagino sentado en el estrado:

“¿Me has amado?”

“¿Cómo me has amado?, ¿qué has hecho para entregarme tu amor?”

“¿Has amado a tus hermanos, a todos tus prójimos?”

¿Cómo les has amado?, ¿qué has hecho para entregarles tu amor?”

Y poco más, supongo.

Es un juicio un poco … amañado.

A ver, ¿quién puede tener miedo a un juicio en el que el Sr. Juez es tu Padre; tu abogado defensor es Jesucristo y (perdón por lo que voy a decir, porque esto sí que es cosecha mía y – lógicamente – no tengo la más mínima evidencia, pero creo que) el fiscal es la Divina Misericordia?

Más aún, encima la sentencia la establece el propio reo.

Solo hay dos opciones:

1. Aceptas la culpabilidad: “Señor mío y Dios mío, soy culpable de no haberte amado con todo mi corazón, ni con toda mi alma ni con toda mi mente. Además he faltado al amor a todos mis prójimos, anteponiendo mis deseos, intereses y caprichos a las necesidades de los demás”.

Y el Señor dirá: “Dices bien, has fallado al amor, ¿estás arrepentido?”

Y ante nuestro arrepentimiento el Señor Jesucristo aceptará en su carne el castigo que merece nuestro pecado y entraremos en su seno.

2. Renuncias a la defensa: “A lo largo de mi vida oí hablar de ti, pero nunca creí en ti. Nunca te amé, ni tuve el deseo o la necesidad de hacerlo. Más aún, aunque en algún momento hubiera creído en ti, te rechacé. Hice el bien a mis congéneres en lo que pude, pero nunca por ti, solo lo hice por mi propia voluntad”.

Y el Señor dirá: “Dices bien, has fallado al amor, ¿estás arrepentido?”

Y entonces el reo dirá: “No tengo nada de lo que arrepentirme. Viví la vida sin ti, viviré la eternidad sin ti.”

Y nuestro Padre Dios respetará ese último acto de libertad, como ha respetado todos y cada uno de los cometidos en vida, para bien o para mal.

Jesucristo nos redime, pero solo si aceptamos su redención. No la impone.

¿Cómo es posible que un Dios que es REDENTOR, que bajó del cielo para salvar a los hombres y en particular a los pecadores «No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores» · (San Mateo 9,9-13), haya pasado a la historia como un Dios que castiga?

Me resulta asombroso. Sin duda ninguna es la falacia más extendida y menos cuestionada de todas en la historia.

Creo que es, evidentemente, obra del maligno, el “príncipe de la mentira”. Y le ha salido redonda.

Pero ya esta bien, ¿no?, ya vamos siendo mayorcitos. Ya es hora de ir leyendo … viviendo la Misa … y siguiendo “el Camino, la Verdad y la Vida”.

Dios NO castiga, Dios redime. Que no te confundan, que no te mientan.

Publicado en Educar en la fe, Fe | Etiquetado | 1 Comentario

Navidad, covid y miedo.

Regresa la Navidad y, de nuevo, el confinamiento voluntario. Cada uno en su casa. ¿Y Dios?, ¿estará en la de todos?

Dicen “es lo más prudente”.

Este maldito virus ha disparado el miedo. En España tenemos el dicho que “el miedo es libre”, pero esa afirmación es completamente falsa.

Nadie es libre para tener miedo o para no tenerlo. Yo estoy incapacitado para tener miedo a nada relacionado con este virus, no sé porqué, pero ni me da miedo el virus ni me da miedo los efectos secundarios de las vacunas. No tengo miedo a morir; y en lo que se refiere al cuándo, eso está en manos de Dios y, al cómo, solo sé que no será tan duro como Su muerte, así que no veo porqué preocuparme.

Por eso me asombra el miedo en los demás. Me llama poderosamente la atención las reacciones que el miedo están provocando en tantas personas.

Conozco muchos fumadores con un profundo miedo al COVID y que están tomando medidas extremas para no contagiarse del virus, mientras siguen fumando un cigarro detrás de otro como si no hubiera mañana.

La estadística es caprichosa. Resulta que según el Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo el tabaco provoca anualmente 69.000 muertes prematuras al año, y según el Instituto Nacional de Estadística el COVID en 2020 provocó 60.358 muertes.

Más muertes por tabaco que por COVID, pero a muchos fumadores parece que eso no les importa.

Yo me puse la vacuna contra el tabaco con 16 años.

¿Hay vacuna contra el tabaco? Sí, la hay, se lo he explicado a mis cuatro hijos cada vez que se acercaban a la edad de caer en la tentación de empezar a fumar. Siempre me gustaba ver la expresión de asombro en sus caras de asombro cuando se enteraban de que existe esa vacuna.

Les explicaba: “Cuando tenía 16 años vi enfermar y morir a mi padre por cáncer, después de toda una vida fumando. Eso me vacunó contra el tabaco”. Sus caras de sorpresa cambiaban por caras de tristeza y varios lloraron, sabían que lo que les estaba contando no era ningún “slogan”.

Como las vacunas solo protegen al que se inocula, nunca a los demás, dos de mis hijos fuman. Mi vacuna a ellos no les ha servido de nada.

Luego están los que están completamente vacunados, hiperprotegidos contra el COVID, usan mascarilla FPP2 incluso cuando van conduciendo solos en su conche, pero eso sí, tras el volante consideran que no existen normas ni de circulación ni de prudencia, y conducen poniendo en riesgo a cualquiera que se cruce en su camino.

O algunos pobres enfermos de adicción al alcohol, que viven bajo estrictas medidas de rehusar el contacto con cualquiera, por no contagiarse del virus, pero siguen sin entender que su vida es un riesgo constante.  Según el estudio realizado por el Ministerio de Sanidad respecto a los fallecimientos en España entre 2001 y 2017, se considera que anualmente han muerto una media de 15.489 personas por alcoholismo.

Líbreme el cielo de juzgar a los fumadores o a los adictos al alcohol. Nada me infunde más comprensión que las adicciones. Eso sí que es una auténtica pandemia. Lo que no entiendo es que personas que tienen conductas tan claras de riesgo contra su propia salud y la de los demás (se calcula que en España mueren anualmente alrededor de 3.000 personas por tabaquismo pasivo) se permitan juzgar a los que no desean vacunarse.

Pero les diré lo que sí que me da miedo.

Me da miedo que esta Navidad, otra vez, vamos a echar no solo a nuestros padres, a nuestros hermanos, cuñados y sobrinos de casa, sino también a Dios.

No vamos a poner al Niño Dios en el pesebre, sino que vamos a poner al señor Pfizer en un trono; a las máscaras y la distancia social en un pedestal y vamos a darles el título de “Salvadores del mundo”.

Que el Señor me perdone, y usted también si le ofende lo que voy a escribir, pero me alegra enormemente que las vacunas NO hayan tenido el efecto deseado. Me alegro profundamente. De haberlo hecho el ser humano hubiera caído de nuevo en la tentación de endiosarse, de pensar que “podemos con todo sin Dios”.

“No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No; temed al que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna.” (Mt, 10, 28).

Este virus está haciendo que todo el mundo sospeche del que tiene al lado. No debo ni puedo amar a mi prójimo porque es alguien potencialmente contagiado y contagiador (aunque sea mi madre, aunque sea mi hijo, aunque sea mi hermano). Al comenzar la pandemia se señaló a los chinos y a los italianos como los que había que evitar. El año pasado se hizo toda una campaña contra los jóvenes que se reunían con amigos, este año contra los no vacunados – hasta que se han publicado que ha habido tres focos con decenas contagios en cenas de Navidad de profesionales de la salud dejando a las claras que la vacuna no protege contra la infección, y entonces ya TODO EL MUNDO ES SOSPECHOSO – por cierto, se están anulando cenas de Nochebuena y comidas de Navidad en familia a diestro y siniestro, pero aquí no anula nadie la cena de empresa … ni el aperitivito con los amigos.

¿Y ya?, ¿así ya estamos seguros?, cenaremos solos en casa, pero ¿acaso no estoy infectado de aquello que puede llevar mi cuerpo y mi alma a la gehenna?

Muchos con tres vacunas puestas, mascarilla FPP2 hasta para ir a la ducha y untados en gel hidroalcohólico llevan años sin hablar con su hermano … ¡¡y tan tranquilos, oye!!

Personas hiper cuidadosas de su salud y la de los demás, pero que son férreos activistas a favor del aborto y la eutanasia.

Conozco personas “empanicadas” con el maldito virus, pero no dudan ni un minuto en usar y abusar de sus congéneres a través de la pornografía y la prostitución …

Llega la Navidad, otra Navidad en plena pandemia. ¡¡Y ¿cómo no vivir felices?!!

Vacúnese (o no lo haga – haga lo que le dé la real gana); use máscara FPP2 o quirúrgica; use gel hidroalcohólico o lávese las manos, haga lo que quiera, pero por Dios Bendito, NO cierre la puerta a Dios.

Cuide su alma tanto como su cuerpo. Asegúrese de que se confiesa esta semana para celebrar el próximo sábado una Navidad con Dios Eucaristía en su corazón.

Ponga paz en su corazón, con su hermano, con su jefe, con su compañero, con su cónyuge, con sus hijos.

Es Navidad. Con virus o sin virus. Nos nace el Salvador. El verdadero y único Salvador. NO permita que ni el virus ni el miedo acabe con ella.

Ponga al Niño Dios en el pesebre de su corazón, verá como desaparecen muchos de sus miedos.

Feliz Navidad. Nos ha nacido el Salvador.

Publicado en Uncategorized | Etiquetado | 2 comentarios

¿Me vacuno o no?

Hace bastantes años apareció una noticia en los periódicos españoles informando del “hallazgo” de un profesor de una universidad estadounidense, creo recordar que era Harvard, según el cual se demostraba que la elección de una opción política respondía a cuestiones emocionales más que racionales.

Entonces me pareció que el supuesto “descubrimiento” era una obviedad tan evidente como el hecho de que por el día hay más luz que por la noche.

Si hubiera un criterio racional universalmente válido para elegir una opción política, solo existiría esa opción. Es obvio que elegimos nuestras opciones políticas por criterios emocionales, pero parece que este dato sorprende.

El ser humano es tan emocional como racional, y aunque nos gusta pensar que hacemos elecciones basados únicamente en motivos objetivos, coherentes, y lógicos, la realidad es que la emoción es la base de nuestras elecciones.

Si el ser humano fuera racional no existiría el tabaco, nadie se tomaría la tercera copa, nadie excedería de velocidad en el coche, ni se saltaría los semáforos en rojo. Si fuéramos racionales las urnas estarían vacías en cada elección (¿qué político se merece racionalmente nuestro voto?). Si el ser humano fuera racional seríamos caracterizados de austeros (al menos no despilfarraríamos como estamos acostumbrados), y la cirugía estética sería únicamente reconstructiva.

La emoción nos lleva a la acción; la razón nos sirve para buscar los datos que apoyen nuestras decisiones.

Exactamente igual ocurre con la elección de vacunarse o no hacerlo. Nos gusta pensar que atendemos a criterios racionales, pero lo cierto es que los motivos vacunarse son mucho más emocionales que racionales.

La mayoría de las personas se vacunan por miedo. Miedo a enfermar y miedo a morir.

Y la mayoría de las personas que NO se vacunan ¡¡ utilizan el mismo argumento: miedo a los efectos secundarios de las vacunas – miedo a enfermar y miedo a morir !!

El miedo es una emoción y, como tal, puede provocar reacciones extremas, como se ha visto en los antivacunas y en los defensores de las vacunas.

A nadie puede extrañar que el miedo sea el origen de nuestra toma de decisiones. Desde principios de marzo de 2020 hemos estado bajo una situación de incertidumbre, de cambios, de percepción de riesgo. Se crearon hospitales especializados, se habilitaron pistas de hielo como morgues temporales, estuvimos encerrados en casa, con necesidad de salvoconductos para circular … ¡¡ ¿cómo no tener miedo? !!

Gracias a ese miedo y al uso que de él han hecho los estados y las agencias internacionales (O.N.U.; O.M.S; etc.) ha sido fácil lograr que una mayoría de la población quiera ser vacunada. Sin embargo es poco habitual preguntar a las personas que se vacunan “¿por qué te has vacunado?”, esa pregunta se reserva a los que no han querido hacerlo. Se asume que la vacunación es “racional”, es “lo adecuado”.

Pero lo cierto es que la inmensa mayoría de las personas vacunadas no han contrastado datos, no han hecho un análisis de las evidencias, no han buscado más allá de lo que los medios de comunicación les han informado. No lo critico, sencillamente constato de que su decisión no ha sido tomada “concienzudamente”, sino más bien “mediáticamente”. Han encontrado una forma de reducir su miedo y creo que esa razón por sí sola no solo es válida, sino que es la MÁS valida de todas. Somos emocionales.

Por el contrario, muchas de las personas que no desean vacunarse, y no digamos ya de los llamados “antivacunas”, buscan y manejan información, datos y resultados. Aunque no podemos asegurar que esos datos sean ciertos, válidos o útiles, pero los buscan. Tampoco podemos dar por hecho que los datos que se nos aportan las fuentes “oficiales”, o mejor dicho las fuentes “estatales” o “supra estatales” sean ciertas, válidas ni útiles.

Todos, TODOS, tanto los estados y las agencias internacionales como los antivacunas están utilizando los datos con el fin de inculcar el máximo miedo a la población con tal de lograr su objetivo.

Sin necesidad de hacer una investigación profunda y detallada, sencillamente estando abierto a fuentes de información disponibles al público en general, tengo datos más que suficientes para desear vacunarme y tengo datos más que suficientes para querer evitarlo a toda costa.

Por parte de los estados si el miedo no es suficiente para lograr el objetivo entonces se recurre a medios coercitivos – negar acceso a servicios, señalar en los medios a un grupo determinado de personas como vectores de trasmisión, etc. – con tal de obtener su objetivo, pero esos medios no hacen más que demostrar que la vacunación no se está llevando a cabo por cuestiones racionales.

Por tanto, ¿podemos establecer una discusión para llegar a una conclusión inequívoca sobre si debemos o no vacunarnos? Para mi es evidente que no se puede. Esa discusión utilizaría datos con el fin de intentar convencer a la otra parte de su error, pero la decisión no se basa en los datos, sino en cuestiones emocionales, de ahí la imposibilidad de un acuerdo.

Incluso cuando se presentan datos objetivos, en uno u otro sentido, la parte contraria los pone en duda, bien por su procedencia, bien por los métodos de análisis utilizados. Y a la luz de los análisis que he realizado personalmente, estoy convencido de que la parte que duda de los datos y de las conclusiones que de ellos se pretenden extraer tiene razón en hacerlo.

¿Podemos entonces llegar a un encuentro? Sí, sin duda. El único posible: el encuentro del respeto.

Mi corazón me pide que escriba: “no juzgue”, pero sería ir en contra de la tesis central de este artículo. El ser humano es emocional y por tanto juzga. Usted no puede evitar pensar que los que actúan diferente a usted se están equivocando, pero no permita que nadie utilice su criterio como medio de enfrentamiento con su congénere.

Vacúnese, o no lo haga, pero no crea que usted tiene razón. Usted tiene emoción y su emoción le ha llevado a tomar esa decisión. Ahora asuma las consecuencias.

Publicado en Uncategorized | Etiquetado | Deja un comentario

¿Cuál es tu vocación?

Nota para los lectores: esta reflexión versa sobre la vocación en la fe, no sobre la vocación profesional.

Tradicionalmente cuando se habla de vocación siempre se ha considerado la vida religiosa: sacerdocio, vida consagrada, monacal … Como si solo aquellos que viven entregados en exclusividad al Señor son los que reciben la llamada de Dios.

Como forma de corrección, como contrapeso, desde hace ya muchos años que desde casi cualquier foro de la Iglesia se ha repetido la máxima de que “el matrimonio también es una vocación”. Suena bien, pero queda cojo.

Está bien como … ¿cliché?, pero salvo que nos conformemos con la idea de que “es un camino de santificación”, verdaderamente es un lema con pobre contenido.

Así he vivido a lo largo de todos estos años, considerando que había respondido a mi vocación a partir del día que me casé, hasta que hace algunas semanas el padre Luis Manuel Romero Sánchez, Director de la Comisión Episcopal para los Laicos, Familia y Vida de la Conferencia Episcopal Española nos dio una plática sobre «el papel de los Retiros de Emaús en la Iglesia de hoy» en la que aportó una explicación de qué es la vocación; la dijo como un breve apunte … una digresión, como si fuera algo obvio, sin importancia, pero enormemente esclarecedora.

La explicación venía a decir: “La vocación es la llamada de Dios a cada uno de nosotros a una misión concreta en la vida de Cristo, en su cuerpo místico, que es la Iglesia”.

¡Amigo!, esto es algo muy concreto y que se aplica a todos, absolutamente todos.

¿Cuál es TU misión en la Iglesia, es decir, cómo vas a contribuir a la construcción del cuerpo místico del Cristo?

Pensar que la Iglesia puede construirse solo a través de la labor de obispos, sacerdotes, y demás consagrados es tener una visión muy pobre de la Iglesia.

Es cierto que Jesús constituyó a Pedro, y consiguientemente a sus sucesores, la piedra sobre la cual debe ser edificada, pero ahora se me hace obvio que cada uno de nosotros tendremos que participar en su construcción. Si no ponemos el ladrillo de nuestra labor, nunca estará completa.

Posteriormente, hace apenas un mes, participé en una conversación que contribuyó enormemente a ahondar en esta concepción de qué es la vocación.

Oí como alguien le decía a un amigo: “Chico, es que tú estás metido en todo, no paras”. Se refería a que este amigo participa activamente en varios apostolados y actividades eclesiales. Cuando se fue el interlocutor, mi amigo me preguntó retóricamente: “¿Sabes por qué estamos metidos en tantas cosas?; porque él no está metido en ninguna”.

Esta reflexión me impacto, y comprendí que tenía mucha razón.

Si cada feligrés, cada persona que acude a Misa los domingos escuchara y aceptara la misión que Dios le encomienda para la construcción de Su cuerpo, la Iglesia sería enormemente más grande, más rica, más vibrante, más veraz, ¡mucho más bella!.

Resulta ridículo pensar que Dios, que a través del bautismo nos constituye en sacerdotes, profetas y reyes, nos llama únicamente a ir a Misa los domingos, a casarnos, tener hijos, “educarles en la fe” … y a rezar tres avemarías cada noche.

Me da la sensación que cada vez que oímos el evangelio de San Lucas: “La mies es mucha, pero los obreros pocos. Rogad por tanto al señor de la mies que envíe obreros a su mies” (Lc 10, 2), pensamos automáticamente en los sacerdotes y en la falta de curas que hay. Pero en la Iglesia no solo faltan curas, falta de todo. TODOS somos obreros de su mies, pero son muy pocos los que se dan por aludidos.

Ahora veo evidente que Dios tiene una misión para cada uno de nosotros EN Su Iglesia y que si no respondemos a esa vocación, nadie puede hacerlo en nuestro lugar.

Puede que sea dar catequesis en la parroquia, ayudar en Cáritas, ser miembro de alguno de las decenas de apostolados que existen o ser adorador, pasando una hora cada semana ante el sagrario, alabando, dando gracias, y rogando por toda la Iglesia.

Lo que sea para lo que Dios nos llame. Pero de que nos llama, nos llama. Y si nos conformamos con ir a Misa los domingos y rezar tres oraciones simples, es que nos hemos quedado espiritualmente sordos y no Le oímos.

Somos llamados – tenemos una vocación – y debemos responder. No es lícito pensar que “ya lo hacen los demás”. Nadie va a cumplir con tu vocación. ¿No Le oyes?, pues pídele que se incline sobre ti, diga “¡Effetá!” y te abra los oídos. Y tú ¡responde a su llamada!, cumple con tu misión. “Pues si yo, que soy el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. Os he dado ejemplo para que, como yo he hecho con vosotros, también lo hagáis vosotros. … Si comprendéis esto y lo cumplís, seréis bienaventurados” Jn 13, 14-15, 17.

Publicado en Fe | Etiquetado | 4 comentarios