Hace algunas semanas me refería a los colegios que acogen alumnos aunque tengan dificultades de aprendizaje versus aquellos que escogen a aquellos alumnos que, en definitiva, aprobarían en cualquier colegio y con cualquier profesor.
Si profundizamos en las dificultades y en la escolarización “selectiva” nos encontramos de lleno con la diferencia entre los colegios con integración (en Hispanoamérica les llaman “colegios integradores”) versus colegios sin integración (a mi me gusta llamarles, lógicamente, “colegios desintegradores”).
Qué duda cabe que los colegios sin integración dan una visión completamente limitada de la riqueza del ser humano. Dan una sensación de homogeneidad tan apabullante que resulta absurdo extrañarse de que los niños crezcan con miedo a las diferencias individuales. El acoso escolar (“bulling”) se ejerce sobre aquel que no cumple los estándares – el gordo o el flaco, el empollón o el que suspende hasta el recreo, el que lleva gafas o el que tiene unas pestañas tan grandes que si parpadea mueve el aire – lo digo sin exagerar ¿verdad J?. Si todos somos “estándar”, pesar un poco más o un poco menos, sacar notas por encima o por debajo de la media o llevar gafas se convierte en “diferencias significativas”.
En los colegios sin integración los profesores pueden llegar fácilmente a la conclusión de que un solo estilo de enseñanza puede valer para todos, y si algún alumno se queda descolgado el problema es del niño, porque “a los demás se lo explico exactamente igual y todos lo entienden”. De esa manera la creatividad, el reto y la necesidad de adaptación queda significativamente cercenada en los docentes.
En los colegios con integración los alumnos crecen sabiendo que los seres humanos tenemos dos piernas, pero no siempre corremos, y tenemos boca, pero puede que no sea fácil entendernos.
Los alumnos de colegios integradores aprenden que, por muchas dificultades a las que nos enfrentemos suele haber otro que le cuesta más y por eso siempre puedes ayudar. Pierden el miedo a ser.
¿Es la integración una panacea? ¿Es el bálsamo de Fierabrás para cualquier alumno con discapacidad? Ni muchísimo menos.
Cualquiera que se haya acercado al mundo de la integración o de la inclusión sabe que es un camino lleno de imperfecciones, de dificultades y de sinsabores. La integración está en pañales, muy a pesar de que la conocida “declaración de Salamanca” de la UNESCO ha cumplido ya 21 años. Son muchos más los retos y los avances que quedan por alcanzarse que los que se han logrado hasta ahora.
Conozco decenas de colegios y profesores que piensan que “integrar” se limita a “ponga a un discapacitado en su aula”, y que unas cuantas ceras (crayolas) o unos trozos de plastilina son las únicas herramientas necesarias mientras el niño no esté “en al aula de apoyo”. Muchos profesores se excusan en el alto número de alumnos “normales” a los que tienen que atender y a los que apenas llegan.
No les falta razón en que a la inmensa mayoría de los profesores que tienen alumnos con discapacidad en sus aulas nadie les ha dado la más mínima formación y que por tanto desconocen qué se debe esperar de estos niños y cómo alcanzarlo.
Con frecuencia me quejo de los maestros que lejos de ver a un niño ven un síndrome con piernas y tan pronto ven una cara un poco rara dicen “angelito, lo importante es que sea feliz”.
“¿Pero para qué quieres que aprenda … – a leer, a escribir, a sumar, a restar, a multiplicar, geografía, el sistema digestivo o las partes de una flor?”.
Desde hace más de 20 años mi respuesta es la misma: “quiero que aprenda a leer, a escribir, a sumar, a restar y a multiplicar porque todas ellas son funciones que caracterizan al ser humano, y si no consigo trasmitírselas, estoy mermando su humanidad”
¿Para qué quiero que aprenda geografía, el sistema digestivo o las partes de una flor? No tengo ni idea. No sé para qué le va a servir. Pero el sistema exige que lo aprendan mis hijos – y tampoco sé para qué – así que si a mis hijos se les exige aprenderlo, yo exijo al sistema que AL MENOS se lo enseñe, aunque no lo aprendan, o mejor dicho, no pueda demostrar cuánto ha aprendido.
“Pero lo importante es que sean felices”. Conozco personas que han conseguido aprender a leer, a escribir e incluso han obtenido un título universitario y, curiosamente, parece que a veces son felices.
No encuentro por ningún lado la lógica que existe en contraponer (no) enseñar a leer o a multiplicar con la felicidad. Era de noche y sin embargo llovía.
Sí, la integración tiene MUCHÍSIMO que mejorar, pero eso no hace mejores a los colegios sin integración.
Los colegios sin integración son un jardín con flores de un solo color, como mucho de un solo tono, pero rechazan la enorme riqueza humana.
La tan manida frase de “la democracia es el menos malo de los sistemas de gobierno” es perfectamente aplicable a este contexto: “la integración (o mejor aún la inclusión) es el menos malo de los sistemas educativos”.
Ya sé que “no tenemos los recursos necesarios”. Por recursos necesarios se refieren a logopeda, profesional de pedagogía terapeútica (PT), de audición y lenguaje (AL) y fisioterapeuta. Conozco varios colegios PRIVADOS donde NO tienen ninguno de esos profesionales pero están acogiendo en sus aulas a niños con discapacidad y están teniendo UN GRAN ÉXITO.
Conozco MUCHOS colegios con logopeda, PT, AL y el sursum corda y a pesar de ello el niño sigue sin ser INTEGRADO.
El recurso imprescindible, el que marca el éxito frente al fracaso NO es contar con más o menos profesionales. El recurso IMPRESCINDIBLE es la voluntad.
Mi mujer tiene 28 niños de cinco años en su clase. Algunos tienen dificultades, bien de lenguaje, o de manualidad o de atención. Una de las alumnas es una niña con síndrome de Down. No hay PT, ni AL, ni logopeda, pero hay voluntad. Una férrea voluntad y el alma y la piel a jirones en cada pupitre.
No escribo desde la teoría. Escribo desde la lucha diaria contra el fracaso de los colegios desintegradores.
Cualquier colegio con integración, CUALQUIERA, aporta más a sus alumnos que un colegio SIN integración.
No estoy del todo de acuerdo. Los recursos sí son importantes. No es lo mismo Infantil que Primaria.
Oleeeee