Cuando escribí la primera parte de este artículo sabía que el tema es demasiado amplio como para poder abarcarlo en una sola entrada de este blog, ya que desgraciadamente si quiero que sea leído por muchos debo mantener un número muy limitado de palabras. Sin embargo pensaba yo que la segunda parte sería otra muy distinta. Desde entonces he tenido acceso, y me siento obligado a pedir perdón por el retraso, a los tres informes Mckinsey sobre enseñanza (educación dicen ellos). Por la razón aludida – cuánto está dispuesto a leer una persona promedio hoy en día – solo haré referencia al primer informe, del 2007, titulado «Cómo hicieron los sistemas con mejor desempeño del mundo para alcanzar su objetivo» – http://mckinseyonsociety.com/downloads/reports/Education/Como_hicieron_los_sistemas_educativos.pdf – que me tuvo levantado hasta altas horas de la madrugada. Me resultó absolutamente esclarecedor y sus 82 páginas más apasionantes que la mejor novela de intriga.
En dicho informe se analizan las causas que subyacen al éxito de los 11 sistemas de enseñanza con mejores resultados de la OCDE (Alberta – Canada -, Bélgica, Finlandia, Hong Kong, Japón, Holanda, Nueva Zelanda, Ontario, Singapur y Corea del Sur), así como las medidas implementadas por 10 distritos de enseñanza donde ha habido una trayectoria de mejora sustancial, entre las que están: Atlanta, Boston, Chicago, Inglaterra, Jordania, Nueva York y Ohio.
El análisis llega a tres conclusiones:
«1. La calidad de un sistema educativo (sic) tiene como techo la calidad de sus docentes.
2. La única manera de mejorar sus resultados es mejorando la instrucción.
3. El alto desempeño requiere el éxito de todos los niños.»
Lógicamente se requiere la lectura del informe completo para no llegar a conclusiones precipitadas y, sobre todo, superficiales. Me explico: NO, el informe NO CULPA a los profesores del nivel de enseñanza de un país.
Por razones profundamente personales y profesionales me quiero centrar en primer lugar en la tercera de las conclusiones: «El alto desempeño requiere el éxito de todos los niños». Permítanme que copie un párrafo del informe: «Estos sistemas fijan altos objetivos a alcanzar por todos y cada uno de los niños, y luego monitorean (sic) su desempeño en comparación con las expectativas, interviniendo allí donde estas últimas no son satisfechas. Los sistemas educativos con alto desempeño intervienen eficazmente a nivel de cada escuela e identifican aquellas que no tienen un desempeño satisfactorio con el objetivo de elevar los estándares de desempeño. Los sistemas de excelencia intervienen a nivel de cada alumno, y desarrollan dentro de las escuelas procesos y estructuras capaces de identificar cuándo un estudiante está comenzando a retrasarse, interviniendo para mejorar el desempeño del niño.»
Es decir, la conclusión a la que llega el informe Mckinsey, es que los mejores sistemas de enseñanza logran desarrollar procesos y estructuras dentro de los colegios para facilitar el éxito de TODOS los niños, no solo de aquellos que por sus características tendrían éxito en cualquier escuela.
Esta visión es diametralmente opuesta a la que prevalece en España. La tan manida «excelencia educativa» se asocia a los resultados, olvidando procesos, estructuras y, desgraciadamente también a los alumnos. Aquí se fija la atención en cuántos alumnos de nuestro colegio aprueban la selectividad y, desde hace algunos años, en qué posición salgo en el ranking de las pruebas de mi comunidad o del diario «El Mundo». Si para lograrlo tengo que quedarme únicamente con los mejores, siempre puedo argumentar: «nuestro colegio no tiene los recursos necesarios, su hijo se merece un centro que pueda atenderle adecuadamente» – ¿a qué parece que el interés está en el alumno?.
El informe Mckinsey – quizás por eso ha sido silenciado por el sistema de enseñanza español – pone de manifiesto que si un colegio no tiene los recursos para TODOS los alumnos, será incapaz de alcanzar la excelencia. Los alumnos con dificultades son enormemente molestos para algunos colegios porque RESALTAN las deficiencias de su sistema, no solo para ellos, sino para el conjunto de los alumnos.
Este Darwinismo social, en el que los menos dotados fracasan porque el sistema se niega a generar recursos para ellos, tan extendido en la mayoría de los colegios privados – con honrrosísimas y orgullosísimas excepciones – y entre tantos colegios concertados e incluso públicos, está en las antípodas del humanismo cristiano sobre el que se ha construido Europa y, muy particularmente, que dio lugar al sistema de enseñanza que hoy disfrutamos.
No sabes cómo te agradezco que expliques todo esto. Esta ha sido mi pelea TANTOOOOS años en el colegio de mis hijOs. La exigencia del centro no marca el nivel. El nivel lo manifiesta el hecho de que TODOS los alumnos sean llevados de la mano en la adquisición de habilidades para el aprendizaje. Ya no te digo de contenidos……
Las orgullosísimas excepciones a este sistema de enseñanza, desgraciadamente no las he conocido con ellos.
Tengo la oportunidad de rectificar el rumbo con el pequeño ( ahora 5 años). Ya veremos qué pasa.
Un saludo,
MLuz.
Esta entrada me deja un sabor agridulce. Porque las «recetas» de los mejores sistemas educativos se conocen hace tiempo (de forma menos exhaustiva y completa que este excelente informe de McKinsey), pero como sociedad española hemos sido incapaces de aprender de ellas hasta hoy. Y mirando la reforma educativa que se nos viene encima, donde estas «recetas» ni están ni son esperadas, es obvio que seguimos sin tener la humildad necesaria para mirar a los mejores y asimilar sus enseñanzas.