Abusos sexuales a niños

Esta mañana, jueves 15 de noviembre de 2012, nos hemos despertado con la espeluznante noticia aparecida en el periódico El Mundo de que el viernes pasado la policía había «detenido a un trabajador del Samur Social (servicio del Ayuntamiento de Madrid para atender a personas necesitadas)  por violar y fotografiar desnudos a decenas de niños.

«La detención se produjo el pasado viernes, después de que su propia esposa lo denunciara tras encontrar vídeos en los que el detenido abusaba de menores. Según las investigaciones, este hombre de 41 años utilizaba presuntamente su trabajo como monitor de campamentos y de natación para realizar sus vejaciones»

Estas noticias dejan helado a cualquiera, y aterrorizado a todo el que sea padre (o madre). Al parecer las grabaciones que se le han incautado indican que son decenas de niños de hasta siete años los que han sido violados y abusados a lo largo de más de una década.

La pregunta que a muchos les surge es ¿cómo es posible que ninguno de los niños se lo dijera a sus padres?. Intentaré explicar porqué los niños no avisan y qué debemos hacer como padres.

Los niños silencian los abusos a los que son sometidos por varios motivos:

1) Se sienten mal por lo ocurrido, y todos tenemos aprendido que si algo «que has hecho» te hace sentir mal, es porque no debías haberlo hecho. Cuando haces el bien, te sientes bien y te gusta contarlo. Cuando «haces el mal» te sientes mal y prefieres no contarlo.

Obviamente estos niños no «han hecho» nada malo, han sufrido la vejación, han sido sujetos pasivos, pero aún así el mecanismo psicológico sigue existiendo.

2) A menudo no sólo creen que «han hecho algo mal», sino que se sienten profundamente  culpables. Creen que han consentido y en algunos casos pueden llegar a pensar que incitado al agresor.

3) El agresor, en este caso, es una persona de prestigio y reconocimiento social, por lo que los niños pueden tener miedo de no ser creídos y/o de las consecuencias que puede acarrear decir algo.

4) El agresor es una persona de confianza y cercana a ellos. Muchos no pueden asumir que les está haciendo daño y lo «enmascaran» como muestras de afecto. «Lo hace porque me quiere».

5) Obviamente, aunque en este caso no ha trascendido, a menudo el agresor les amenaza y les coacciona.

El silencio es común a las agresiones, sexuales o no. Sucede en mujeres agredidas por sus maridos o novios, en hijos que son víctimas de maltrato por parte de su/s padre/s y por alumnos que sufren acoso escolar.

¿Qué debemos hacer los padres?. Lo primero, como siempre, no pensar que esto no ocurre en mi barrio. Esta es una realidad silenciosa que sucede más de lo que a nadie nos gustaría imaginar, y por tanto hay que considerarla como posible y estar atentos a cómo se comportan nuestros hijos.

En segundo lugar, lo más importante, la prevención. Disculpen la autocita, pero ya lo he avisado en dos de mis libros («la educación de 0 a 6» y «la educación de 7 a 12»). Es de vital importancia que hablemos con nuestros hijos – desde los 4 o 5 años ya se debe hacer – y les expliquemos que NADIE puede ni debe tocarles sus genitales, y tampoco deben acceder a tocar los de otra persona, por mucho que insistan. Debemos explicarles que si alguien intenta tocarles deben resistirse y si pueden deben salir de la habitación donde estén. Debemos explicarles que si eso ocurriera alguna vez es MUY IMPORTANTE que se lo digan a mamá o a papá, que nunca se van a enfadar porque ellos en ningún caso habrán hecho nada malo, suceda lo que suceda, pero deben decirlo.

Contarles que algo tan terrible puede ocurrir es la única prevención  que tenemos para que  ellos puedan defenderse o al menos contárnoslo a la primera. Debemos avisarles que puede ser cualquiera, un familiar, un amigo, o alguien muy conocido, pero que en cualquier caso deben avisarnos.

Lógicamente los niños se sentirán confundidos y atónitos de que alguien quiera tocarles, pero es mejor pasar este mal trago y abrir sus inocentes mentes a esta aberración, que silenciarlo por pudor e impedirles defenderse si llegara a ocurrir.

Quizás si todos los padres lo hiciéramos de manera sistemática, de la misma manera que legalmente estamos obligados a vacunarles, los que abusan de los niños tendrían que aguantarse porque sabrían que iban a ser descubiertos.

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