El pasado sábado, el 10 del 11 del 12 a las 13:00, estuve en la boda de una de las personas más importantes de mi vida. Durante la celebración me dediqué un rato a observar y preguntarme: ¿qué celebramos los que estamos aquí?, ¿a qué viene tanto despliegue de alegría?, ¿qué nos va a nosotros en esto?.
Más aún, ¿por qué todas las culturas a lo largo de todos los tiempos han festejado las bodas? – hay constancia de que el pueblo judío celebraba las bodas hace ya dos mil años, y que ya por entonces los novios no calculaban bien el número de invitados y casi se quedan sin barra libre.
Cuando un mismo suceso aparece en todas las culturas de cualquier momento histórico indica que tiene un significado antropológico fundamental. El matrimonio es fundamental en la historia del ser humano – no da igual casarse que no casarse, y por eso las bodas se celebran y arrejuntarse no.
¿Por qué?, el ser humano, según dicen muchos filósofos, es un ser incompleto. Quizás todos los seres lo son y la diferencia es que nosotros nos damos cuenta de ello.
En un libro escrito aproximadamente hace tres mil años se dice: «No es bueno que el hombre esté solo … Por esta razón deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer y los dos se hacen uno solo».
El Génesis, por tanto, propone que el matrimonio es la forma de completar al ser humano.
Santo Tomás de Aquino afirma: «Propiamente uno no tiene amistad consigo mismo, sino otra cosa mayor que ella, ya que la amistad comporta unión, pues el amor es «poder unitivo» y cada uno tiene consigo mismo una unidad que es mayor que cualquier otra unión». Quizás lo decía porque él nunca estuvo casado. El matrimonio conlleva (debería) una unión similar a la de cada uno consigo mismo.
¡Eso es lo que celebramos! Un nacimiento. Ha nacido una nueva persona. (ya lo decía el génesis). Celebramos que los dos contrayentes se han completado y al completarse el uno en el otro han dado lugar a un nuevo ser que es base de cualquier sociedad: la familia.
Seamos completamente honestos, aunque yo no entiendo casarse sin incluir en la unión a Dios, NO es lo mismo casarse por lo civil que arrejuntarse (por mucho que se vaya al notario para darle carta de naturaleza). Como tampoco es comparable la unión civil que la unión sacramental, pero ambas comparten dos aspectos básicos:
a) Ambas son una alianza. En el caso civil, una alianza mientras las dos voluntades lo deseen y lo permitan. En el caso sacramental, hasta que la muerte nos separe – pero por lo que he visto a mi alrededor, ni siquiera la muerte vence al vínculo.
b) Ambas están destinadas a la apertura a la vida. Los que se arrejuntan pueden hacerlo por múltiples motivos – para compartir gastos de alquiler, para conocernos, ¡para amarnos! -, pero los que se casan, salvo rarísimas excepciones, lo hacen con vistas a abrir el camino de la trasmisión de sus propios genes. Por eso es un contrasentido el «matrimonio» que parte de una imposibilidad de la trasmisión de sus propios genes – de los genes de los dos que ya somos uno y se constata en cada uno de nuestros hijos. Sólo cuando por alguna causa patológica uno de los dos no puede transmitir su propia carga genética, miramos hacia el exterior, hacia aquellos cuyos padres pudieron transmitirles vida pero no mantenerla en las condiciones mínimas deseables.
Esta es la segunda gran causa de celebración: ¡Ha nacido un nuevo ser que, previsiblemente, dará lugar a más!: El matrimonio abre la puerta a mantener nuestra sociedad y eso es motivo de gran júbilo, aunque el día de la boda la transmisión de la vida sea todavía tan sólo una posibilidad.
¿Quiere todo esto decir que l@s solter@s son incompletos de por vida? Bueno … ya les gustaría a muchos matrimonios estar tan unidos como muchos sacerdotes, religiosas y seglares lo están a Dios, y llegar a ser tan fecundos como ellos.
Solo puedo decir en lo que a mi respecta que ni yo, ni nadie que me roce, podría comprenderme si no es por la mujer que ha hecho que mi vida sea completamente completa.
Yo estoy soltera, porque no encontré a la persona apropiada. Pero estoy rodeada de familias como las que describes y eso si que merece la pena. Yo no me quejo, porque no encontré lo que quería, pero si lo hubiera encontrado, con la ayuda de Dios sería una familia.