Hoy, 11 de octubre de 2012, el Santo Padre Benedicto XVI inaugura el Año de la Fe. Es posible que podamos aplicárselo a muchos, quizás a todos los pontífices, pero lo que después de estos años sabemos de Benedicto XVI es que no da puntadas sin hilo. La idoneidad, la oportunidad y me atrevo a afirmar la necesidad de este año dedicado a la fe, es más que patente a todos los católicos minimamente formados. Quizás incluso el resto de cristianos también sean conscientes de esta necesidad.
La fe, y en lo que a los padres nos compete, la transmisión de la fe, está siendo cuestionada con virulencia, por vías tanto explícitas como implícitas.
¿Podemos de verdad esconder la fe entre las cuatro paredes de nuestras casas? – entre las que incluyo de manera natural las iglesias, ya que mi parroquia ES mi casa. Podemos honestamente reducir la transmisión de la fe a una «opción» del niño cuando crezca.
Perdón por la autocita, pero tal y como escribí en el libro «Educar con sentido»: «Hablar de educación y no considerar la dimensión espiritual de los niños es equivalente a montar una fábrica de muñecas y no ponerles ojos. Podemos argumentar que los ojos son tan importantes que el fabricante no debe elegir su color, deben ser los padres los que elijan, y muchos padres dirán que los ojos de la muñeca son tan importantes, que prefieren que sus hijos los elijan por si mismos cuando crezcan. Mientras tanto los niños jugarán con muñecas ciegas, incompletas, pero como son niños no serán conscientes de la falta. Al final, pensaremos «pues tampoco pasa nada: han jugado toda la vida con muñecas sin ojos y no son ningunos tarados». Y nos convenceremos de que es normal que las muñecas no tengan ojos.»
La dimensión espiritual es como el A.D.N. de la persona, es invisible al ojo humano, pero es parte de su esencia. Acercar a los niños a la fe, es decir, al conocimiento de que son amados por Dios de manera incondicional, es abrirles los ojos hacia la esencia de su ser. Es penetrar en una profundidad que requiere una mirada especial, por lo que no todos van a ver, o quizás no tendrán toda la claridad que les gustaría, pero no hacerlo sería limitarles a una vida que pierde parte de su esencia.
TOTALMENTE DE ACUERDO.