Regresa la Navidad y, de nuevo, el confinamiento voluntario. Cada uno en su casa. ¿Y Dios?, ¿estará en la de todos?
Dicen “es lo más prudente”.
Este maldito virus ha disparado el miedo. En España tenemos el dicho que “el miedo es libre”, pero esa afirmación es completamente falsa.
Nadie es libre para tener miedo o para no tenerlo. Yo estoy incapacitado para tener miedo a nada relacionado con este virus, no sé porqué, pero ni me da miedo el virus ni me da miedo los efectos secundarios de las vacunas. No tengo miedo a morir; y en lo que se refiere al cuándo, eso está en manos de Dios y, al cómo, solo sé que no será tan duro como Su muerte, así que no veo porqué preocuparme.
Por eso me asombra el miedo en los demás. Me llama poderosamente la atención las reacciones que el miedo están provocando en tantas personas.
Conozco muchos fumadores con un profundo miedo al COVID y que están tomando medidas extremas para no contagiarse del virus, mientras siguen fumando un cigarro detrás de otro como si no hubiera mañana.
La estadística es caprichosa. Resulta que según el Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo el tabaco provoca anualmente 69.000 muertes prematuras al año, y según el Instituto Nacional de Estadística el COVID en 2020 provocó 60.358 muertes.
Más muertes por tabaco que por COVID, pero a muchos fumadores parece que eso no les importa.
Yo me puse la vacuna contra el tabaco con 16 años.
¿Hay vacuna contra el tabaco? Sí, la hay, se lo he explicado a mis cuatro hijos cada vez que se acercaban a la edad de caer en la tentación de empezar a fumar. Siempre me gustaba ver la expresión de asombro en sus caras de asombro cuando se enteraban de que existe esa vacuna.
Les explicaba: “Cuando tenía 16 años vi enfermar y morir a mi padre por cáncer, después de toda una vida fumando. Eso me vacunó contra el tabaco”. Sus caras de sorpresa cambiaban por caras de tristeza y varios lloraron, sabían que lo que les estaba contando no era ningún “slogan”.
Como las vacunas solo protegen al que se inocula, nunca a los demás, dos de mis hijos fuman. Mi vacuna a ellos no les ha servido de nada.
Luego están los que están completamente vacunados, hiperprotegidos contra el COVID, usan mascarilla FPP2 incluso cuando van conduciendo solos en su conche, pero eso sí, tras el volante consideran que no existen normas ni de circulación ni de prudencia, y conducen poniendo en riesgo a cualquiera que se cruce en su camino.
O algunos pobres enfermos de adicción al alcohol, que viven bajo estrictas medidas de rehusar el contacto con cualquiera, por no contagiarse del virus, pero siguen sin entender que su vida es un riesgo constante. Según el estudio realizado por el Ministerio de Sanidad respecto a los fallecimientos en España entre 2001 y 2017, se considera que anualmente han muerto una media de 15.489 personas por alcoholismo.
Líbreme el cielo de juzgar a los fumadores o a los adictos al alcohol. Nada me infunde más comprensión que las adicciones. Eso sí que es una auténtica pandemia. Lo que no entiendo es que personas que tienen conductas tan claras de riesgo contra su propia salud y la de los demás (se calcula que en España mueren anualmente alrededor de 3.000 personas por tabaquismo pasivo) se permitan juzgar a los que no desean vacunarse.
Pero les diré lo que sí que me da miedo.
Me da miedo que esta Navidad, otra vez, vamos a echar no solo a nuestros padres, a nuestros hermanos, cuñados y sobrinos de casa, sino también a Dios.
No vamos a poner al Niño Dios en el pesebre, sino que vamos a poner al señor Pfizer en un trono; a las máscaras y la distancia social en un pedestal y vamos a darles el título de “Salvadores del mundo”.
Que el Señor me perdone, y usted también si le ofende lo que voy a escribir, pero me alegra enormemente que las vacunas NO hayan tenido el efecto deseado. Me alegro profundamente. De haberlo hecho el ser humano hubiera caído de nuevo en la tentación de endiosarse, de pensar que “podemos con todo sin Dios”.
“No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No; temed al que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna.” (Mt, 10, 28).
Este virus está haciendo que todo el mundo sospeche del que tiene al lado. No debo ni puedo amar a mi prójimo porque es alguien potencialmente contagiado y contagiador (aunque sea mi madre, aunque sea mi hijo, aunque sea mi hermano). Al comenzar la pandemia se señaló a los chinos y a los italianos como los que había que evitar. El año pasado se hizo toda una campaña contra los jóvenes que se reunían con amigos, este año contra los no vacunados – hasta que se han publicado que ha habido tres focos con decenas contagios en cenas de Navidad de profesionales de la salud dejando a las claras que la vacuna no protege contra la infección, y entonces ya TODO EL MUNDO ES SOSPECHOSO – por cierto, se están anulando cenas de Nochebuena y comidas de Navidad en familia a diestro y siniestro, pero aquí no anula nadie la cena de empresa … ni el aperitivito con los amigos.
¿Y ya?, ¿así ya estamos seguros?, cenaremos solos en casa, pero ¿acaso no estoy infectado de aquello que puede llevar mi cuerpo y mi alma a la gehenna?
Muchos con tres vacunas puestas, mascarilla FPP2 hasta para ir a la ducha y untados en gel hidroalcohólico llevan años sin hablar con su hermano … ¡¡y tan tranquilos, oye!!
Personas hiper cuidadosas de su salud y la de los demás, pero que son férreos activistas a favor del aborto y la eutanasia.
Conozco personas “empanicadas” con el maldito virus, pero no dudan ni un minuto en usar y abusar de sus congéneres a través de la pornografía y la prostitución …
Llega la Navidad, otra Navidad en plena pandemia. ¡¡Y ¿cómo no vivir felices?!!
Vacúnese (o no lo haga – haga lo que le dé la real gana); use máscara FPP2 o quirúrgica; use gel hidroalcohólico o lávese las manos, haga lo que quiera, pero por Dios Bendito, NO cierre la puerta a Dios.
Cuide su alma tanto como su cuerpo. Asegúrese de que se confiesa esta semana para celebrar el próximo sábado una Navidad con Dios Eucaristía en su corazón.
Ponga paz en su corazón, con su hermano, con su jefe, con su compañero, con su cónyuge, con sus hijos.
Es Navidad. Con virus o sin virus. Nos nace el Salvador. El verdadero y único Salvador. NO permita que ni el virus ni el miedo acabe con ella.
Ponga al Niño Dios en el pesebre de su corazón, verá como desaparecen muchos de sus miedos.
Feliz Navidad. Nos ha nacido el Salvador.
Enhorabuena. Hoy ha sido espectacular…
Opino exactamente igual. No entiendo ese miedo a la muerte. Siempre pienso que algo tendrán que revisar en sus vidas… quiero dejar que Cristo Jesús nazca en mi vida, y en la de mi familia. Y solo puedo vivir confiando en El. Feliz Navidad Nacho