Ley Trans – la verdad vs. la legalidad

Mañana, 29 de junio de 2021, el gobierno de España aprobará en consejo de ministros la conocida como «Ley Trans», según la cual cualquier ciudadano español podrá conseguir ser reconocido legalmente como hombre o como mujer, a todos los efectos, con el solo hecho de expresar su preferencia ante un funcionario del registro civil. Sin ningún otro requisito. Sus sentimientos serán los que establezcan ante el mundo su identidad sexual.

No hay argumentación posible en su contra. Cualquier intento de argumentación contra el absurdo es caer en el error de que el razonamiento puede aportar luz a la irracionalidad. Sería el ejemplificación perfecta de una de mis citas favoritas: «What’s the sense of wrestling with a pig? You both get all over muddy . . . and the pig likes it.” («¿Qué sentido tiene pelearse con un cerdo?, los dos quedáis completamente embarrados … y el cerdo encantado». Cita de Cyrus Stuart Ching, director del Servicio Federal de los Estados Unidos para la Mediación y la Conciliación, publicado en el 3 de enero de 1948 en el periódico “The Saturday Evening Post”.

Así qué lo único que deseo es, una vez más, expresar mis sentimientos, tal y como ya publiqué el 12 de noviembre de 2018 en este mismo blog. Transcribo integro el artículo publicado bajo el título: «Cuestión de Sentimientos»:

La noticia del día (8 de noviembre de 2018) es que Emile Ratelband, un holandés cuyo parto ocurrió hace 69 años, ha emprendido acciones legales para que se le reconozca como persona veinte años más joven. Así se siente y por tanto se considera discriminado cuando en plataformas digitales de relaciones personales no accede a las mujeres que le gustaría y cuando en las ofertas de trabajo le descartan por “su edad”.

Me uno moralmente a Emile. Más aún, tengo sólidos argumentos a mi favor. Ya el psicólogo de mi colegio explicó a mi madre que yo era “muy inmaduro”. Como si ella no lo supiera. Probablemente se debe a las circunstancias de mi parto, que no vienen al caso relatar. Esa inmadurez siempre me ha acompañado. Así que aunque mi cuerpo está a punto de cumplir 50 años mi organización neurológica y mi madurez afectivo-emocional está aproximadamente entre los 38 y los 41 años.

Y no tengo el más mínimo interés en ligar – ni por redes sociales ni en vivo y en directo – (los que conocen a mi mujer saben que no hay ninguna otra que pueda acercarse a sus virtudes ni a mi corazón), ni tengo ganas de encontrar trabajo, por lo que a este tema respecta preferiría tener 16 años más y estar disfrutando ya de la jubilación.

Rachel Dolezal (hoy llamada Nkechi Amare Diall) es hija de madre y padre caucásicos y hasta donde se sabe en su familia no ha habido ningún afroamericano, pero ella siempre se ha sentido una persona de piel negra. Llegó a ser presidenta de la Asociación Nacional para el Avance de las Personas de Color (NAACP – por sus siglas en inglés), hasta que alguien se enteró del color de piel de sus ancestros y le hicieron dimitir. Esa es solo una de las múltiples discriminaciones que ha sufrido por culpa de que no se le hayan respetado sus sentimientos.

Leanne una australiana que – si no tiene problemas con su fecha de nacimiento – ha cumplido ya 40 años, afirma que siente que es una yegua (llamada Shyanne) atrapada en el cuerpo de una mujer (pueden encontrar videos suyos en Youtube). Y no es la única persona en situación similar. Al parecer hay más animales humanos que sienten que no pertenecen a nuestra especie.

Y un número de personas nacidas en el Bajo Ampurdán o en Segarra o en el Alto Penedés y otras comarcas cercanas afirman NO sentirse españoles a pesar de haber nacido en un lugar que desde los romanos ha sido parte de Hispania, Al Andalus o España, o como se le haya querido llamar.

Y “naturalmente” hoy no es cuestionable si una persona con un pene de significativo tamaño y unos testículos como los del caballo de Espartero se siente mujer.

Al parecer hoy lo único que importa son los sentimientos. El cuerpo (con pene o con vagina, con forma humana o equina, nacido en aquí o allá) es indiferente, lo que importa es lo que “yo me siento”.

Y ahí quería yo llegar. Porque a pesar de haber nacido en 1968 me considero un hombre de aproximadamente 40 años, pero lo que es más importante es que a pesar de haber nacido en Madrid, siempre me he sentido Caimanés. Concretamente Boddenense – oriundo de Bodden Town. Es por esto que no entiendo porqué tengo que pagar impuestos, los ciudadanos de las Islas Caiman estamos exentos de hacerlo, pero no le entra en la cabeza a los inspectores del ministerio de hacienda de España que año tras año me persiguen y me discriminan tratándome como si fuera un súbdito español cualquiera.

Y no solo me siento 10 años más joven y ciudadano Caimanés, también me siento asqueado. ¡Asqueado hasta la médula! de esta sociedad falaz y manipuladora, que intenta imponer el pensamiento único – enmascarado tras la ideología de la posverdad.

El ser humano se define a sí mismo como animal racional – dotado de capacidad para el razonamiento – pero hoy se nos dice que el razonamiento es irrelevante, lo único que importa es el sentimiento. Pretenden convencernos de que la realidad hay que ignorarla y son los sentimientos lo que define quién eres.

Y si hay alguien que esté dispuesto a poner en cuestión esta aberración ideológica debe ser considerado un retrógrada con ínfulas totalitarias y se le debe prohibir la libertad de expresión – que solo existe para los que están dispuestos a expresar opiniones acordes con el pensamiento único.

Una vez más el diccionario de la Real Academia de la Lengua viene en mi auxilio: “Posverdad: Distorsión deliberada de una realidad, que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales”.

Pues eso: si alguien se siente eternamente joven, de sexo líquido, caimanés, y equino, ¿quién son los demás para cuestionarlo? Nadie, no somos nada ni nadie.

Pero aunque te sientas eternamente joven el tiempo sigue avanzando; aunque te sientas únicamente catalán, vasco o madrileño, la historia, la legalidad y tu pasaporte es el que es; aunque te sientas hombre, mujer, caballo, perro, blanco o negro, tu genética no se altera por tus sentimientos.

Nadie te puede decir cómo te debes sentir. ¡Hasta ahí podíamos llegar! Pero la realidad es tozuda, el ser humano es racional, aunque tantas veces demuestre que es irrazonable y la posverdad es una distorsión con el fin de manipular.

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