Acogimiento de la entrega de Jesús.

Oración de acompañamiento a Jesús en su entrega del Jueves y el Viernes Santo.

Acogimiento. Monte Calvario. La Virgen María, San Juan, San José de Arimatea, San Nicodemo y las Santas Mujeres acogen a Cristo.

“Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos, pidió a Pilato autorización para retirar el cuerpo de Jesús. Pilato se lo concedió. Fueron, pues, y retiraron su cuerpo. Fue también Nicodemo —aquel que anteriormente había ido a verle de noche— con una mezcla de mirra y áloe de unas cien libras. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos con los aromas, conforme a la costumbre judía de sepultar.” (Jn 19, 38-40).

¿De qué sirve darse si no hay quien te quiera recibir?

Toda entrega necesita ser acogida para no quedar estéril.

Tu entrega fue acogida.

Primero María.

“Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único” (Jn 3, 16) y “Dijo María: «He aquí la esclava del Señor. Hágase en mi según tu palabra»”  (Lc 1, 38).

María te acogió, primero tu Palabra y le dio cuerpo y sangre para el mundo, dándote la vida y recibiéndote en tu muerte.

María hace fecunda toda tu entrega.

José de Arimatea

“Había un hombre llamado José, miembro del Consejo, hombre bueno y justo, que no había asentido al consejo y proceder de los demás. Era de Arimatea, población de Judea, y esperaba el Reino de Dios. Se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Después de descolgarlo, lo envolvió en una sábana y lo puso en un sepulcro excavado en la roca, en el que nadie había sido enterrado todavía” (Lc 23, 50-53).

José junto a María. Se llama como tu padre en la tierra, así José está junto a ella.

José junto a ti. “Esperaba el Reino de Dios”, por eso pide tu cuerpo, es tu discípulo: “Señor, danos siempre de este pan” (Jn 6, 34).

José de Arimatea nos enseña cómo vivir la esperanza. Acogiendo tu cuerpo junto a María.

Puso tu cuerpo en un sepulcro en el que nadie había sido enterrado todavía.

Señor, pon tu cuerpo en mi corazón, que es una roca, y dale Vida a mi vida.

Nicodemo

“Fue también Nicodemo — aquel que anteriormente había ido a verle de noche — con una mezcla de mirra y áloe de unas cien libras.” (Jn, 19, 39)

A él le anticipaste todo (Jn 3, 1 – 21) y ahora vive según tu palabra. Actúa como Dios quiere, por eso se acerca a ti, que eres la luz del mundo, para que quede manifiesto que obra la verdad. (Jn, 3, 21).

Te ha visto elevado sobre el mundo, y ahora cree en ti, para poder alcanzar la vida eterna (Jn 3, 14-15).

Ha nacido de nuevo del agua de tu costado, para entrar en el Reino de Dios (Jn 3, 5).

El que te buscó en la noche y no entendió tu palabra, perseveró hasta el final, hasta verla cumplida.

Nicodemo nos enseña cómo vivir la fe. Perseverando junto a ti, aunque no comprendamos toda tu palabra.

Las Santas Mujeres

“Las mujeres que habían venido con él desde Galilea fueron detrás, para ver dónde estaba el sepulcro y cómo fue colocado su cuerpo.” (Lc 23, 55).

Nunca te dejaron, habían venido contigo desde Galilea, desde el principio, y no huyeron ni te abandonaron, se quedaron a ver cómo fue colocado tu cuerpo. “Regresaron y prepararon aromas y ungüentos” (Lc 23, 56).

Siempre a tu lado. Siempre procurando tu cuidado. Amor puro.

Las santas mujeres nos enseñan a amarte. Yendo donde Tú quieras ir, manteniéndonos cerca, sin que sea necesario que se nos note, pero siempre atentos, preparando lo que Tú necesites.

¿Y yo?

¿Haré que tu entrega sea estéril o acogeré toda tu entrega en mi vida?

Te has entregado por mí, pero si no acepto tu entrega, tu tortura y tu muerte serán estériles en mi vida.

Es necesario que como María acoja tu palabra en mi interior, en lo más profundo de mí y la haga carne de mi carne. Tu eres el Verbo, en ti está la Vida y eres la Luz de los hombres (Jn 1, 1-5), pero si no acojo tu Palabra, ni la luz ni la vida tendrán cabida en mí.

Quiero como José, acoger tu cuerpo, quiero vivir para siempre en tu reino. Quiero venerar tu Eucaristía como mi único alimento.

Ayúdame a perseverar como Nicodemo, hasta nacer de nuevo del agua de tu costado y lavar en tu sangre mi pecado. Que vaya a buscarte en mi noche y mi oración sea escucharte. Que viva acogiendo tu corazón abierto, que ese sea mi refugio. Yo soy el mísero al que tú has entregado su corazón. Que nunca dude de tu misericordia y que nunca me aleje de ella.

Señor Jesús, quiero cuidarte como las santas mujeres, seguirte a donde vayas y procurar siempre tu cuidado, en tu cuerpo, en todos los que me has puesto a mi lado.

¡Señor Jesús!, Dame a comer tu cuerpo, dame a beber tu sangre, dame tu cruz para que yo la cargue … María … ven a mi vida y acógeme en tu amor. ¡Padre! dame tu misericordia, permíteme refugiarme en tu corazón abierto … lava mi pecado y llévame a tu Reino.

Amen.

Esta oración se terminó de escribir el día 2 de junio de 2019, Fiesta de la Ascensión de Nuestro Señor al Cielo – la culminación de su entrega.

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Una respuesta a Acogimiento de la entrega de Jesús.

  1. Ana dijo:

    Muchas gracias por estas oraciones.

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