Señor,
Al vivir estos momentos de aislamiento, de angustia y de soledad, me acuerdo de ti.
Entiendo que vives muchos momentos aislado, en soledad, en cada sagrario de cada iglesia. Cada noche solo, cada mañana esperando a que quizás se acerque algún jubilado a estar un rato a tu lado.
Cada instante deseando que llegue la Santa Misa para poder entregarte por todos los hombres, una entrega misericordiosa en la que algunos se acercan hasta Ti.
Señor enséñame a vivir como tú. Esperando a los demás, disponible en todo momento, deseando que llegue el momento de entregarme a todo aquel que se me acerque y lo necesite.
Enséñame a apreciar la Santa Misa como Tú, que sea el momento más deseado del día.
Enséñame a llevar siempre en mi corazón a los que me piden una oración.
Enséñame a esperar pacientemente, sin reprochar al que se me acerca porque llega tarde, o porque viene poco a verme.
Y cuando me toque sufrir, ayúdame a hacerlo como Tú, entregándolo al Padre por los demás. Sin preguntarme “porqué a mí” , Tú sabías porqué.
Ayúdame a sufrir sin queja, sin reproches, pero recibiendo siempre el consuelo de la mirada de Tu Madre, mi Madre.
Y cuando regrese a la normalidad y no vivir en aislamiento, no permitas que me olvide de cómo se vive en soledad, que busque cada día algún momento para estar junto a ti, en cualquier sagrario de cualquier iglesia.
Que recuerde que Tú siempre estás ahí, esperándome. Con tu corona de espinas, contagiando amor.
Bendito sea Dios, bendito sea su santo nombre, bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre…