Vivir al límite

El pasado 12 de noviembre me despedía de los lectores de Educar con sentido y daba por cerrado el blog con la esperanza de volver tal día como hoy.

Como decía entonces, INPA asumía muchos compromisos, algunos de muy alto nivel, y me veía en la obligación de mantenerme centrado. Hoy puedo decir que he cumplido con la mayoría de los objetivos propuestos y he incumplido otros.

El primer objetivo cumplido no dependía de mi, pero gracias a Dios (literalmente), sigo vivo. No es que mi  vida haya estado en riesgo (que yo sepa), pero hace tiempo que decidí no dar por hecho ni un solo día de vida.

De hecho es cierto que hubo días del curso pasado en que sentí que estaba viviendo tal y como advierten en televisión “No intente hacer esto en su domicilio. Reportaje grabado por profesionales en circuito cerrado”. No es que hiciera nada especial, tan sólo he vivido al límite, intentando abarcar más de lo que era posible en condiciones físicas o mentales saludables.

Y al hacerlo entendí que estaba viviendo, como muchos, peligrosamente.

No es que estemos asumiendo el riesgo de quedar sepultados bajo un alud, o a caernos desde no sé cuántos metros de altura, son riesgos mucho más sutiles, pero de consecuencias mucho más graves, ya que pueden acabar con tu Vida, mientras te mantienes vivo.  (“andaba muerto, pero andaba”).

El primero de los riesgos, del cual se deriva todo el resto, es llegar a pensar que somos lo más importante en nuestra vida.

Es fácil caer en semejante error. Sin duda somos los protagonistas de nuestras vidas, pero es importante no perder de vista que nuestro protagonismo, como el de cualquier actor principal de una película, es siempre en función de la relación que tenemos con los demás. Olvídese de los demás de su entorno y verá dónde queda su protagonismo (o cómo pasa de héroe a villano en décimas de segundo).

Cuando uno comete el error de pensar que es lo más importante en su vida, tiene el riesgo de cometer otros muchos errores:

  • Creer que hay un momento en la vida, cualquiera, en que la vida profesional (laboral) es más importante que la familiar.
  • Creer que el éxito profesional o laboral significa, per se, haber tenido éxito en la vida.
  • Creer que no haber alcanzado la cima profesional implica haber fracasado en la vida.
  • Creer que “sin ella” (sin él) o “sin ellos”, hubiera “llegado más lejos”. (Quizás sea cierto que “hubiera llegado más lejos” profesionalmente, pero hubiera llegado solo, o lo que es más grave, peor acompañado).
  • No creer. Cuando uno considera que es lo más importante en su vida, hablar de la dimensión espiritual del ser humano es absolutamente irrelevante; hablar de Dios, una simple abstracción (aunque se vaya a Misa todos los domingos y fiestas de guardar).

Hubo muchos hechos me ayudaron a comprender que estaba viviendo al límite. Quizás dos merecen la pena contarlos. El primero fue en un avión destino Dallas. Mi compañero accidental era un ingeniero, algo más joven que yo, que aprovechó las 10 horas de viaje para hacer una terapia de pareja intensiva. Había alcanzado la cima en su empresa, lo que le obligaba a estar ausente de su casa aproximadamente la mitad del año, pero se había organizado con su esposa, también ingeniera que trabajaba para la competencia, para viajar en las semanas que ella estuviera en casa. Ella también había alcanzado la cima, y por tanto era necesario que hicieran turnos, de esa manera los niños estaban siempre con uno de los dos, pero lo cierto es que este ritmo, tan bien organizado, estaba acabando con su matrimonio. Consideraba que había aguantado bastante, más que cualquier otro de su nivel en su empresa. Era el único que seguía casado. La cuestión ahora ¿quién de los dos debía bajar el ritmo? ¿Debía alguno de los dos “sacrificar” su carrera profesional, o era mejor “sacrificar” la familia?. Él, decía, lo único que tenía claro es que no podía soportar la idea de no estar con sus dos hijos. Lamento admitir que no tuve tiempo para ayudar. O no supe hacerlo como me hubiera gustado. Quizás la situación era demasiado complicada para una sola sesión a 35.000 pies de altura.

El segundo hecho es personal. Tuve que enfrentarme a una difícil decisión: dos semanas encerrado para terminar el trabajo de fin de master, o dos semanas con mi mujer y mis hijos.

Creo que elegí bien, pero como diría un psicoanalista: sigo teniendo que elaborar la herida narcisita.

Al final volví al origen. Recordé la historia que Andrew Fern me contó hace más de veinte años cuando trabajábamos en los Institutos para el Logro del potencial Humano en Filadelfia.

Había una oruga que vivía en un nido profundo. Trabajaba muy duro para mantener limpio y aireado el nido. Soñaba con alcanzar la cima del nido para poder convertirse en mariposa. Trabajaba y trabajaba y, por fin, llegó hasta la cima. Esperaba encontrarse rodeada de crisálidas y mariposas, pero tan solo se encontró más orugas, afanadas en mantenerse sin caer de la frágil estructura. Asombrada preguntó “¿qué hacéis?, ¿cómo es que no sois mariposas?”, y una le contestó, “Cariño no somos orugas, sino simples gusanos, nunca llegamos a ser mariposas”. La pobre, decepcionada, gritó “¡Es terrible!, ¡hay que avisar a las demás, se están destrozando para nada!”. A lo que el viejo gusano le espetó: “¡No hagas eso, inconsciente!, los de abajo, con su trabajo por llegar hasta aquí, son los que nos mantienen arriba”.

Creo que este cuento refleja muchas situaciones frecuentes en nuestra vida: otro título, otro viaje, otro día de llegar a casa a las tantas … para llegar a ser … (quizás solo llegar a tener) siempre lo mismo.

Pero incluso, aunque el protagonista del cuento hubiera sido una oruga, aunque hubiera llegado a convertirse en mariposa, aunque llegáramos a ser o a tener eso que parece tan imprescindible en nuestra vida, la pregunta es:

¿Nos merece la pena el esfuerzo? – Nos. Tomar las decisiones vitales sabiendo que no somos lo más importante en nuestra vida; y estar atentos de no vivir al límite, aunque a menudo no somos conscientes de ello hasta que hemos cruzado algún límite.

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9 respuestas a Vivir al límite

  1. SOCORRO dijo:

    Hola Nacho. !Me alegra volver a verte por aquí!. E
    spero que podamos vernos pronto. Besos

  2. María Busto Corral dijo:

    Que alegría tener noticias nuevas de ti!!!
    Un abrazo de Pichiqui y de los Calderón de Logroño desde Castellon

  3. Conchi dijo:

    ¡Qué pena! Aquí no hay iconos de aplausos como en whatsapp. Me alegra que estés de vuelta!

  4. los40demaria dijo:

    Qué bueno leerte de nuevo. Y qué preciosa reflexión que me viene como anillo al dedo!!!

  5. Alicia dijo:

    Què bueno leerte de nuevo!! Preciosa reflexión que me viene como anillo al dedo.

  6. Anónimo dijo:

    Ya estamos «jodiendo la marrana»…con lo cómodo que se vive sin levantar la cabeza
    Grande Nacho

  7. Scout dijo:

    Creo que providencialmente he entrado hoy en tu blog, por si acaso habías vuelto a escribir. Y me encuentro una entrada que, como otras tuyas, me viene fenomenal leer justo en este momento. ¡Gracias!

  8. PRG dijo:

    Me ha chiflado! Que bien empiezas el curso Nachete! Bs

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