Lectoescritura. Como enseñar a leer y escribir a los niños.

La palabra “lectoescritura” pretende ser constructo que es en sí mismo absurdo y que no existe en la realidad.

Existen dos procesos (lectura y escritura) íntimamente relacionados, y que en su aprendizaje uno precede al otro. Aquí sí sabemos que el huevo es anterior a la gallina.

Es necesario aprender a leer antes de poder escribir.

Fíjese bien que en la frase anterior no he usado el verbo “aprender” antes de “escribir”.

Se puede aprender a escribir a la vez que se aprende a leer, pero no se podrá escribir si no se sabe leer.

Lo contrario si es posible: se puede leer sin saber escribir.

Una prueba de que el pretendido constructo “lectoescritura” es una invención absurda, es el hecho de que ese palabro, que no llega a ser un concepto, no existe en ningún otro idioma. Al menos no existe en inglés, ni en francés, ni en alemán, ni en italiano, ni en portugués, que utilizan el término “alfabetización” cuando se fuerza a usar la traducción de “lectoescritura”, pero en ningún caso aceptan “readwriting”, ni “lecturècrire”, ni “lesenschreiben”, ni “lettuscrivere”, ni “leiturescrita”.

Todos esos idiomas separan ambas funciones (porque son dos funciones diferenciadas y aunque estén relacionadas no se pueden unir). En cada uno de esos idiomas al referirse tanto las funciones como su enseñanza se separan por la conjunción Y:

En inglés: Reading and writing.

En francés: lire et écrire.

En alemán: Lesen und schreiben.

En portugués: ler e escrever.

¿Qué problema existe en que juntemos los dos conceptos?, pues que lleva a confusión en su labor a algunos profesores cuando están enseñando a leer y a escribir.

En no pocas ocasiones me he encontrado maestros que creen que están enseñando a leer cuando piden al niño repasar o copiar letras o palabras. Dicen “estoy enseñando lectoescritura” pero como no existe esa función eso no es posible. Solo están enseñando las bases de la escritura. Perdón por escribir “solo”. Están enseñando las bases de la escritura.

En mi día a día es enormemente frecuente que los padres digan que el niño tiene problemas en “lectoescritura” (es lo que les han dicho en el colegio, a un lego en la materia no se le hubiera ocurrido semejante tontería). Entonces, ¿le están enseñando a leer o a escribir?, ¿en qué tiene problemas, en una u en otra función ?, ¿o en ambas? ¿y es un mismo problema para ambas funciones o cada una tiene unas dificultades diferentes?

Los test de “lectoescritura” inevitablemente evalúan ambas funciones de manera independiente. No se puede evaluar la “lectoescritura” porque no existe como función unificada. Se evalúa la lectura por un lado y la escritura por otro. Se analiza en qué nivel está cada uno y, si es pertinente, se establece cuáles son los síntomas en cada función y siempre que se pueda cual es el origen de la mismos, pero de manera diferenciada para cada uno.

Me parece muy importante hablar con propiedad, particularmente cuando estamos hablando de la enseñanza del uso de un idioma a los niños.

Hablar de las bases de la enseñanza del español utilizando una palabra que no tiene sentido me parece un muy mal comienzo.

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Día internacional del síndrome de Down.

El 21 de marzo celebramos el Día Internacional del Síndrome de Down. La fecha es, aunque no lo sepan, un homenaje al Dr. Jerome Lejeune, descubridor del tercer cromosoma (de ahí la elección del tercer mes del año) en el que debería ser un solo par cromosómico, el 21. De ahí la celebración el 21 de marzo.

Lógicamente es un día para celebrar. ¿Celebrar qué? La vida. La esencia de la vida.

Como le gusta explicar a D. José Antonio Munilla, René Descartes estaba equivocado. Su famoso axioma “pienso luego existo” no es cierto. La verdad es que “soy amado, luego existo”.

Las personas con trisomía 21 nos vienen a demostrar mejor que ningún otro colectivo en el mundo de que existen porque son amados – como cualquier otra persona.

Cuando vea una persona menor de 10 o 15 años, o incluso algo más, con síndrome de Down, sepa que lo más probable es que su condición genética fuera diagnosticada antes de su nacimiento y a sus padres les dieron la opción de terminar (que no interrumpir) el embarazo bajo la presión (no voluntariamente) de “lo difícil que iba a ser su vida” (la del niño y la de los padres). Quiero decir, les dieron la opción de acabar con la vida de su hijo. En una palabra: abortar.

Si ese niño está hoy en el mundo es por la simple razón de que sus padres dijeron ¡NO! a terminar con la vida de su hijo, ¡NO AL ABORTO! ¿Por qué?, “porque le amamos”. Le amamos, luego existe.

El 86 por ciento de las gestaciones en las que existe una posibilidad de que el bebé tenga una condición cromosómica – y la más frecuente es la trisomía 21 – termina en aborto provocado, parece que son pocos los amados.

Recientemente oía a una médico contar una historia descorazonadora. En su hospital nació una niña con trisomía 21. Cuando los padres recibieron la noticia dieron a esa niña en adopción inmediata y solicitaron al personal médico que informaran a sus parientes de que la niña había nacido muerta, ya que querían asegurarse de que nadie de la familia tuviera la tentación de adoptarla. Pidieron ser trasladados de planta, a una distinta a la de maternidad para no estar cerca de “la niña”.

La niña quedó allí ingresada, a pesar de no tener ninguna patología que requiriera mantener su estancia en el hospital e inmediatamente fueron dos las enfermeras que iniciaron los trámites para intentar lograr la adopción. El hospital se vio obligado a comprar un armario para poder almacenar la enorme cantidad de regalos que el personal del hospital le estaba llevando. Esta niña crecerá – existirá – gracias al amor. Es amada luego va a existir por muchos años, si Dios quiere.

El 21 de marzo celebramos la Vida.

Pero el Día Internacional del Síndrome de Down es también un día para reivindicar. No nos podemos quedar en la autocomplacencia de “¡qué bien están los síndromes de Down hoy en día!, ¡cómo han cambiado las cosas!”

Seré directo: las personas con síndrome de Down NO ESTAN todo lo bien que pueden y por tanto DEBEN estar.

Si en los últimos cincuenta años la vida de las personas con trisomía 21 ha cambiado radicalmente, haciendo cambios muy pequeños en las dinámicas, en la atención y en su enseñanza, ¡¡ imagínense cómo llegarán a estar cuando la sociedad asuma los cambios profundos que debe hacer para acogerles, apoyarles en su desarrollo y favorecer que alcancen su potencial !!

¿Qué es necesario cambiar? Me voy a circunscribir a un solo área: la atención terapéutica. (querría escribir también de la enseñanza de las personas con síndrome de Down, pero me dicen que ya nadie lee más de 1.000 palabras, y temo que esta vez me voy a exceder bastante).

La atención terapéutica sigue siendo MUY POBRE. La mayor parte de los profesionales siguen pensando que dos sesiones semanales son suficientes (sea de un programa de organización neurológica, sea de logopedia, de terapia ocupacional, de fisioterapia, de terapia sensorial, de atención temprana, de apoyo académico – que más que apoyo es desarrollo académico porque lo que hacen en los colegios y la nada está extremadamente cerca).

Cada vez que planteo la NECESIDAD de que hagan al menos 5 días e idealmente 6 días de terapia se llevan las manos a la cabeza y se alzan las voces de los profesionales aterrorizados. ¡¡ Y el niño !! ¡¡ ¿cuándo juega? !! (aconsejo poner voz dramática, como si estuvieran viendo una película de terror)

¡Pues eso pregunto yo! ¿Cuándo juegan los niños?, los que tienen síndrome de Down y los que no. Porque lo que veo es que los niños apenas juegan y si tienen algún minuto libre después del colegio, los deberes y las extraescolares están delante de una pantalla.

¿Y cuánto del tiempo que pasan en el colegio es aprovechado? No digo ya por los niños, sino por los profesores, que no saben qué hacerse con los niños con dificultades porque no han recibido siquiera la más mínima noción de qué es la discapacidad intelectual y cómo REDUCIRLA.

¿No podríamos conseguir que los niños con discapacidad intelectual pasen dos horas menos en el colegio y lo dediquen a lo que realmente les va a servir para su vida en el futuro, que es: hablar mejor, escribir mejor, razonar mejor, ser más hábiles con sus manos, ser más hábiles con sus pies y tener más control sobre sus impulsos – que es el objetivo de las terapias (bien hechas) y que los colegios no tienen ni la más remota idea de cómo hacerlo?

Estoy convencido de que NO EXISTE un mayor acto de respeto hacia una persona con síndrome de Down que hacer terapia.

Hacer terapia es decirle implícitamente, pero a gritos: ¡Creo en ti!, sé que tu potencial como ser humano es mucho mayor, muchísimo mayor del que hoy estás siendo capaz de demostrar, y voy a hacer todo lo posible por acompañarte y ayudarte a alcanzar tu potencial. Y aunque no lo logremos, nunca vamos a dejar de intentarlo, y te prometo que ni voy a tirar la toalla ni me voy a conformar con menos.

He llegado a la conclusión, después de oírlo decenas de veces, que cada vez que un profesional dice que “dos sesiones semanales son suficientes” es porque EN SU EXPERIENCIA, no sirve de nada hacer más terapia. Lo lamento.

Mi experiencia me dice todo lo contrario. He visto diferencias muy significativas (vitalmente significativas, no estadísticamente) entre hacer dos y hacer cinco o seis días de terapia.

Creo que la raíz de la diferencia entre ambas perspectivas está en las expectativas.

Yo aprendí que cuanto más altas son las expectativas, más grandes pueden ser los resultados.

Pero lo que enseñan en las facultades universitarias es que “a los padres de niños con síndrome de Down hay que bajarles sus expectativas, porque tienden a ser soñadores y lo único que provoca eso es frustración en los padres y en los niños”.

Bien, aceptemos esa tesis. ¿Cuál es la alternativa?, mantengamos expectativas bajas, fáciles de cumplir, (hay quien dice “expectativas realistas”, lo dicho: fáciles de cumplir) ¿todos contentos?

Yo desde luego no. Y creo que si las personas con síndrome de Down supieran lo que hubieran podido llegar a ser si se hubiera luchado y exigido (¡sí exigir, hay que exigir!) más de ellos (con ellos y por ellos), creo que tampoco estarían contentos.

¿Aceptaría tener expectativas bajas, “realistas”, fáciles de cumplir en definitiva, con sus hijos / alumnos sin discapacidad? ¿Entonces, por qué aceptarlas para las personas con trisomía 21?, es claramente una forma de discriminación.

¿Hubiéramos llegado hasta aquí si en los últimos 50 años hubiera habido un conformismo con lo que se estaba haciendo, solo por “evitar (posibles) frustraciones”?

No se me ocurre cómo describir mejor la mediocridad que aceptar bajas expectativas (y la situación actual de las personas con trisomía 21 es MUY BAJA comparado con lo que pueden llegar a ser) con el fin de evitar posibles frustraciones.

Y ya, para terminar de ser políticamente incorrecto, diré que si tuviera que hacer la lista de los mejores terapeutas que he conocido a lo largo de mis treinta y un años dedicado a las personas con discapacidad, no me cabe la menor duda de que, por lo menos, los 10 primeros puestos los ocuparían MADRES que han hecho la terapia con sus hijos.

Aquí es donde la mayoría de los profesionales ya no se llevan las manos a la cabeza sino que directamente se rasgan las vestiduras, como Caifás: “¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia”. (Mt. 26, 65b).

“¡¡Las madres deben ser madres, no terapeutas!!” Bueno, eso dicen. Y ciertamente hay una gran cantidad de madres (y sin duda muchísimos más padres) que no tienen las habilidades necesarias ni suficientes para hacer terapia con sus hijos y no deben hacerlo. Y eso no les desmerece nada en absoluto. Pero conozco DECENAS de madres que han sido capaces de aprender todo lo necesario de cómo hacer una buena terapia y lo han ejecutado MUCHÍSIMO mejor que el más titulado, dedicado y avezado profesional.

Y no, no han necesitado terapia psicológica para “vencer la frustración de tener que ejercer como si fueran terapeutas, y no disfrutar de sus hijos como madres” (pregúntenles si no han disfrutado de sus hijos), ni han sido negligentes con el resto de sus hijos, ni con sus maridos.

(Si alguien quiere demostrar que estoy equivocado y decide hacer una tesis doctoral sobre el tema que me contacte, le daré una muestra de estudio muy extensa).

Celebremos la vida, el 21 de marzo y cada día del año. Exijamos el fin del aborto, el eugenésico y cualquier otro, y luchemos por ayudar a las personas con trisomía 21 a alcanzar su máximo potencial, aunque eso implique que no pasen tantas horas frente a una pantalla, o que no tengan tiempo de colorear el abecedario completo, los números del uno al diez y las figuras geométricas, una y otra vez, curso tras curso, año tras año.

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Tú no eres la persona más importante en tu vida.

Os envío el enlace a un artículo que la Revista Misión publicó la semana pasada.

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Tenemos lo que nos merecemos.

Perdón. Nada me molesta más que alguien que ni conozco ni le he pedido opinión me venga con una charlita moralizante o culpabilizante, y mi intención no es esa, solo deseo quejarme.

El día 28 de diciembre celebramos el día de los Santos Inocentes, es decir conmemoramos la matanza de niños que Herodes perpetró a comienzos de nuestra era con el objetivo de lograr la muerte del Niño Dios.

Desde hace años ese día se ha asociado al día de la defensa de la Vida, pensando muy especialmente en los niños que mueren en el vientre materno en los abortorios del mundo.

Veamos las últimas estadísticas publicadas. Según el Ministerio de Sanidad del Gobierno de España en el año 2021 murieron abortados 90.189 bebés (una media de 247 bebés muertos diariamente en abortorios). Hay que aclarar que esta estadística no incluye los abortos provocados por el procedimiento de la fecundación in vitro. No hay estadísticas de esa atrocidad.

Si tenemos en cuenta que en ese mismo año hubo 337.380 nacimientos, podemos hacer el cálculo (aunque no es exacto) de que en 2021 se abortaron conscientemente el 21,09% de los niños gestados en España.

1 de cada 5 niños concebidos en España es abortado. Esta estadística se mantiene estable desde hace más de 20 años.

El 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes, hubo una concentración, convocada por varias entidades provida frente al monumento a la Constitución Española para reclamar la defensa de la vida del nonato. En el momento de máxima afluencia llegamos a ser 40 personas.

No nos vamos a extrañar. Viene siendo una constante de los últimos años. Cada vez menos personas se manifiestan públicamente en contra del aborto.

El aborto – la cultura de la muerte – ha sido asumida completamente por las personas que integramos esta sociedad. Así de enfermos estamos. Yo el primero.

La prueba de que yo también he asumido el aborto como algo “normal” en nuestra vida es que sigo vivo, cuando ya debería haberme quemado a lo bonzo en la puerta del Tribunal Constitucional de España porque han pasado más de 11 años sin que resuelva el recurso de inconstitucionalidad de la maldita ley del aborto. O debería, quizá, haber pegado mi cuerpo al asfalto de una autovía o al menos pegar mi mano junto al cuadro de La Maja Desnuda en el museo del Prado de Madrid, reclamando al menos 1 minuto de atención en los telediarios. Solo un minuto.

Pero no. 247 niños son abortados diariamente en España y todos seguimos como si nada.

Bueno, quizá usted sea de esos que se rasgan las vestiduras porque el presidente del gobierno de España utiliza el avión Falcon para ir a Barcelona a escuchar el último concierto de Joan Manuel Serrat. Si a usted eso le altera permítame decirle, sin acritud: ¡¡váyase a la mierda!!

O quizá es usted de los que le escandaliza el “maltrato” animal en las granjas donde se crían los pollos, los cerdos y los terneros que nos comemos y cree que es inmoral comer carne, comer huevos o beber leche de vaca …, bueno, si así lo considera, allá usted, si hace de ello una lucha sin cuartel: ¡¡váyase a la mierda!!

Y podría seguir enumerando causas estúpidas que movilizan a miles de personas que son capaces de escuchar impertérritos las estadísticas de abortos.

La gente es capaz de salir en tromba a celebrar una victoria de su equipo de fútbol, pero ante la muerte de miles de bebés en el vientre materno no mover ni un dedo.

Llevo años convencido de que la aprobación del aborto en el mundo (por primera vez en 1920 en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas), pero claramente desde que se aprobara en el Reino Unido en 1967 y en 1973 en los Estados Unidos de América, es el origen de la decadencia moral en la que estamos sumidos.

No se me ocurre una aberración moral más grande que aprobar que sea legal matar a un bebé en el vientre materno.

Si esto no provoca a las personas que constituimos una sociedad y que consideramos que es una atrocidad a movilizarnos, ¿entonces qué?

Entonces, nada. Sencillamente, nada.

Estamos moralmente muertos.

¿Y qué me dice de la escusa con la que prácticamente todos los países comienzan a legislar a favor del aborto?: habitualmente se legista inicialmente para los casos en los que el bebé puede sufrir alguna alteración genética.

Solo escribirlo me produce arcadas.

¿No fue así como comenzó Adolf Hitler su famosa “Solución Final”? El 1 de septiembre de 1939 firmó la orden de eliminar a los “inútiles”.

Así comenzó el holocausto, exactamente igual que las leyes de legalización del aborto.

Y hay quien cree que eso es moralmente (más) «aceptable». Es acojonante.

¿Le asusta que un niño de 15 años pueda “cambiarse de sexo”?, ¿le preocupa la pandemia de adicción a la pornografía?, ¿cree que el independentismo está destruyendo España?.

¡Pamplinas!, todo eso son pamplinas. Estamos muertos moralmente.

Aceptamos que se mate a bebés en el vientre de sus madres y nadie dice nada.

¡¡Váyase a la mierda!!

Por cierto, yo me voy con usted. Nos vamos todos.

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Dios es músico.

Dios compone conciertos. Un concierto específico para cada ser humano.

En la actualidad hay más de 8 mil millones de conciertos sonando al unísono. Cada concierto distinto, pero todos interconectados. Compartimos notas, compases, acordes con los que estamos cerca; a veces son solo un par de notas – una mirada con aquel con quien nos cruzamos – otras veces compartimos los acordes de un gran movimiento, como con nuestros padres, nuestro cónyuge, nuestros hijos o nuestros hermanos.

Cada uno nuestro concierto, concierto para un solo instrumento, que es a la vez solista y acompañamiento de la orquesta de quien está a tu lado, todo integrado en la gran sinfonía humana.

Hay violines, violas, pianos, oboes, guitarras, tubas, banjos, chistus, clavicordios, ukeleles, harpas de boca, etc. Imagina cualquier instrumento y habrá cientos de miles sonando en alguna parte de la tierra, siguiendo la sinfonía que Dios está escribiendo con ellos.

También hay platillos, timbales y triángulos. Parece que tienen poco que decir, pero si no sonaran, la sinfonía de la humanidad estaría incompleta.

Dios escribe a la vez que suena la música. Completamente al unísono, Dios y cada uno de nosotros. No la ha escrito de antemano, eso sería predestinación, ni la escribe después de oírla, entonces no sería Dios, sería un simple escribano.

Dios compone el concierto con cada uno de nosotros. Cuando más dejamos que sea Él quien guíe nuestras notas, cuanto más acompasamos nuestro ritmo a la melodía que Él desea para nosotros, más libres nos sentimos y probablemente lo seamos. No significa que la sinfonía, en esos compases, esté libre de dramatismo, de tristeza, o incluso de sufrimiento o de incertidumbre por cómo acabará ese movimiento, pero nos sentimos confiados de que la música no depende de nosotros, solo la ejecutamos y sabemos que el epílogo será bello.

Pero también nos permite tomar por completo las riendas de la partitura, nos permite llevar la melodía allá donde queramos, nos permite hasta pensar que somos los únicos autores de nuestro concierto. Él escribe, siempre atento, siempre aportando luz hacia lo más alto, hacia lo más sublime, hacia lo que desea que lleguemos a ser … y por eso completamente libres de Él, si eso es lo que queremos, pero entonces tocaremos la música completamente apegada a nuestros miedos, a nuestros deseos, a nuestras inseguridades o, sencillamente, intentando que suene como desean aquellos a quienes, por miedo o por deseo, les hemos dado poder sobre nuestra vida.

Dios compone sinfonías, rapsodias, fantasías, fugas, poemas sinfónicos, oberturas, sinfonías y sonatas. Algunas son tan breves que ni siquiera la madre del artista es consciente de la música que ha vibrado en su interior, otras trascienden a generaciones.

Creemos que cuando morimos nuestra música se apaga. No es cierto, nuestra música sigue resonando, como un eco, en los corazones de los que nos han amado, e incorporarán algunas de las notas que nosotros tocamos a su propio concierto y mientras, del otro lado, nuestro concierto deja de ser único, aislado, y nos convertimos en miembros de esa gran y maravillosa orquesta que perfectamente armonizada y acompasada tocan una misma obra, la más obra más bella que jamás podamos oír, la obra que suena en el Corazón de Dios desde la eternidad. Todos los Santos de la historia unidos a los ángeles en una sola armonía, perfecta, sublime, todos en éxtasis por oír nuestra voz que se eleva hasta Él, al que veremos por fin, amándonos y recibiendo nuestro amor, tal y como Él siempre lo ha pensado.

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Petición a San José antes de Navidad.

¡José!, ¡José!

¡Ven!, ven, mira. Me he enterado que no habéis encontrado alojamiento en ninguna posada … bueno, con tu permiso me he permitido prepararos un lugar … mira, os he hecho sitio en mi corazón. Sé que no es el mejor lugar … bueno, sé que no es apropiado para tu esposa María, y, más aún, que no es digno de recibir a vuestro Hijo … pero es lo único que tengo para poder ofreceros.

Está frío, ¡es de piedra!, pero sé que si aceptáis quedaros en él, podréis hacer de él un lugar mejor.

Yo lo he intentado limpiar lo mejor que he sabido, pero creo que todavía os encontraréis afectos viejos, que quizá os quiten sitio. Si me pudierais enseñar a librarme de esos estorbos …

También he cambiado algunas cosas de sitio … la pereza, el egoísmo, el orgullo, pero que no consigo desprenderme de ellos, ¡son tan grandes! Si quieres hacer con ellos una hoguera, quemarlos y hacerlos desaparecer para siempre, ¡cómo te lo agradecería!

Ves, ya te decía yo, que mi corazón no es digno de acogeros, pero si no os lo entrego … quedará sumido en la más absoluta oscuridad; si no os lo entrego, creo que no servirá para nada.

Con vuestro calor, con vuestro amor, podréis hacer mi corazón más acogedor. Después, cuando nazca el Niño, sé que podrá transformar la piedra en carne.

He visto cómo amas a María y cómo te ama ella a ti, y me gustaría tanto que estuvierais siempre en mi corazón para poder aprender de vosotros.

Con vuestro ejemplo, vuestra guía, sé que podrá latir para los demás, no solo para mí. Y quizá con vuestro Hijo en mi corazón podré llegar a ser como un niño; seguro que a Él le gustaría.

José, ven, por favor, venir a mi corazón María y tú, y con vuestro Hijo hacer morada en él, para siempre, … yo os lo entrego. Que vuestro Hijo crezca en él y que su Corazón lata con el mío. ¿Sabes?, he soñado que ya había nacido y que le habías puesto nombre. ¡Qué bonito!, me gusta mucho, Emmanuel.

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Regalos de Navidad

¿Cómo podrán los Reyes Magos transportar tantísimos regalos? ¿De verdad sólo usan tres camellos, o esos son sólo los que nos enseñan? Son misterios que nunca llegaremos a descubrir pero que cada año despiertan mi curiosidad.

Me gustaría, desde la más sincera humildad, poner mi pequeño granito de arena y dar alguna idea a los Reyes Magos para que, conservando todo su amor, no hagan más locuras de las estrictamente necesarias.

1) A pesar de que las listas que escriben los niños a los Reyes pueden están cercanas al concepto matemático de GOOGLE – «número más alto conocido sin llegar a ser infinito» -, no es en absoluto recomendable intentar cubrirla. Así que al margen del presupuesto que podamos haber establecido por cabeza, mi recomendación es marcar un MÁXIMO de regalos por persona, muy especialmente si es niño. En concreto mi recomendación son, como MÁXIMO, cinco regalos (5).  Cinco en TOTAL. La cuestión entonces está en distribuirlos.

Veamos, si nuestros hijos tienen la suerte de tener a sus cuatro abuelos, es habitual que los Reyes dejen alguno en cada una de sus casas (ya van dos regalos). También es frecuente que dejen un regalo en casa de los padrinos – pensemos que son un matrimonio – (ya van tres), así que bastaría con que en casa los Reyes Magos trajeran 2 regalos. (Si los padrinos no son matrimonio y cada uno le pide a los Reyes un regalo, en casa basta con que los Reyes dejen un regalo). Si, si, ha leído bien, basta con que en casa dejen UN (1) regalo.

CINCO REGALOS EN TOTAL como máximo, si no lo alcanzamos y nos quedamos en UNO, es fantástico. – (no vale hacer la trampa de pedir 5 al Niño Jesús para que lo traiga el 25 de diciembre y otros 5 a los Reyes).

Cinco regalos es la cantidad que  el cerebro del niño (y también un adulto) puede asumir sin provocar ninguna sobredosis de egoísmo, autosuficiencia, o «melomerezcotodo».

Cada vez conozco más niños con el síndrome de «melomerezcotodo». Son niños difícilmente soportables hasta para sus padres quienes, en ocasiones, también lo sufren: «me merezco ir al gimnasio» (o a padel o a la «desconexión» que sea), «me merezco un trabajo que no sea mileurista (y por eso llevo tres años en el paro)», «me merezco una pareja que no se le hayan caído las carnes (y por eso cambio tan a menudo)», «me merezco cambiar de móvil, porque en el que tengo ya no me caben más selfies».

El síndrome de «melomerzcotodo» está causando estragos en los matrimonios, en las relaciones entre los padres y los hijos y en las relaciones laborales.

2) Regalar algo que si no se lo traen los Reyes Magos, nunca lo tendría. ¡SEAN SORPRENDENTES! ¿Un móvil? ¿De verdad? ¡Vaya regalo cutre!. Por caro que sea. ¡Va a tener uno el resto de su vida!. No solo va a tener móvil el resto de su vida, sino que lo va a tener ¡como máximo! a 3 metros de distancia. (Mire ahora a su alrededor y localice el suyo, ¿a qué distancia está?). Un querido amigo que regenta varios tanatorios confirma mis sospechas: «Ya no tiene nada de raro que pidan que se les entierre con el móvil». Ahí lo dejo.

Reyes Magos, por favor, que se note vuestra condición, regalar algo que pueda recordarse muchos años más tarde. (Ya ni me acuerdo cuándo me regalaron dos entradas para ir al teatro, pero el regalo nunca lo olvidaré).

Regalen flores, aunque sean efímeras. Pero el mensaje es evidente: Te quiero.

Regalen algo que pueda ser recordado porque en su esencia conlleva belleza.

Regale algo que no se encuentra en amazon. Verá como sorprende.

3) Sería buenísimo que los Reyes Magos trajeran a cada miembro de la familia un regalo de tiempo. Sí. Que trajeran una tarde o un fin de semana.

«Vale por una tarde entera dedicada a jugar a lo que tu quieras con tu padre – ¡SIN MÓVILES, TABLETS, VIDEOJUEGOS, NI NADA!».

«Vale por un día y una noche con tu cónyuge en un lugar tranquilo – ¡SIN MÓVILES NI NADA!». (El lugar tranquilo puede ser nuestra casa, sin niños, sin armarios que ordenar, sin «temas urgentes que responder», solos tu y yo). Si esto le suena a aburrimiento y no sabría que hacer 24 horas a solas y «sin nada que hacer» con su cónyuge, busque ayuda urgente. Muy urgente. NO lo digo de manera retórica, lo digo muy en serio. Si pasar 24 horas en casa con su cónyuge le huele a aburrimiento su vida está en grave peligro. Busque ayuda.

«Vale por una tarde entera con la abuela en donde ella elija».

Por supuesto los regalos de tiempo deben cumplir dos requisitos:

a) Debe ser tiempo compartido – nada de tiempo para ti solo.

b) Deben llevarse a cabo en un máximo de un mes desde que se entregan, ya que de lo contrario lo más probable es que duerman el sueño de los deseos no cumplidos.

4) Si su hijo todavía está en edad de juguetes: ¡QUÉ SEA DIVERTIDO!. Qué manía les ha dado a algunos padres con los dichosos «juguetes didácticos». ¡Qué pesados!. El juguete debe divertir NO enseñar.

De verdad que estamos locos. Ahora está de moda el «juguete didáctico» y a la vez «la enseñanza lúdica». ¿Por qué no dejamos las cosas en su sitio natural?: «juguete lúdico» y «enseñanza didáctica»?

5) Cuando los hijos son mayores, no importa la edad que tengan – como si tienen 44 años , padres, por favor os lo pido, no os los llevéis de compras a «hacer de Rey Mago». Es la forma más triste de matar una de las pocas ilusiones que nos quedan. No hagáis «como si no». No hagáis como si los Reyes Magos no existieran.

Feliz Navidad. 

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¿Qué puedo regalar esta Navidad?

Ya queda poco tiempo para la Navidad y menos aún para que nos volvamos locos con las compras.

En este tiempo, especialmente bajo los efectos de la maldita pandemia, me voy a permitir hacer una sugerencia para los regalos – de este año y del resto de los tiempos.

Te sugiero que no compres cosas. Ni móviles, ni relojes, ni bufandas, ni guantes, ni camisas, ni pantalones. Ni juguetes.

Por prácticos que sean, NO regales cosas: regala TIEMPO o regala EXPERIENCIAS.

Regala una mañana, una tarde o un día entero contigo en el lugar que más le pueda apetecer al destinatario.

Llévatelo al teatro, a un parque de atracciones, a un paseo por el campo, a una conferencia, a ver una película al cine, a pasear por el jardín botánico, al zoo, al circo, a patinar sobre hielo, o a montar en bicicleta, en globo o a caballo, llévatelo a tomar un café con el bollo o la tarta que más le guste, a comer a un restaurante que nunca pensó que podría ir o quédate en casa y comeros un pollo asado sin usar cubiertos.

Regala TIEMPO contigo. Regálale una EXPERIENCIA que pueda conservar para siempre en su corazón.

Todos los objetos se rompen o se pierden o se desgastan o lo que es peor: se cambian al día siguiente de que lo hayas regalado; pero esas cuatro o cinco horas contigo, haciendo eso que tanto le apetece nunca se romperá, nunca se perderá, nunca se desgastará y lo que es seguro: NUNCA QUERRÁ CAMBIARLO. Lo guardará para siempre en su corazón, volverá a ello cuando necesite recuperar un poco de alegría.

Si después de todos estos meses de pandemia y, lo que es peor, de confinamiento obligado o voluntario no hemos aprendido que lo único importante en nuestras vidas son las personas que tenemos alrededor, son las experiencias que construyen nuestra vida y es el tiempo compartido y entregado a los demás, habremos perdido una oportunidad inigualable.

Esta Navidad NO regales cosas. Regala tiempo y regala experiencias. Y asegúrate que TÚ eres parte del regalo.

Será EL MEJOR REGALO.

P.D. La idea de este post no es mía, se la debo a Alicia Bastos. Ella me hizo este regalo.

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¿Por qué rezo?

Estaba yendo de una habitación a otra de mi casa, cuando esa pregunta “¿por qué rezo?” vino a mi mente sin conexión ninguna ni con lo que estaba haciendo ni con lo que estaba pensando.

Asombrosamente la respuesta apareció de manera tan automática y espontánea como la pregunta: “Porque me voy a casar con Cristo”.

Nunca se me hubiera ocurrido dar esa respuesta. Nunca había pensado en mi relación con Cristo, ni en este mundo ni en el cielo, como una unión matrimonial, pero esos pensamientos tan inesperados como espontáneos me llevaron a toda una reflexión.

Lo primero que pensé, ahora ya sí de manera reflexiva, fue que al fin y al cabo probablemente esa es la unión que tendremos con el Señor en la vida eterna; y me llevó a considerar cómo es mi oración y por qué pudo venirme esa idea.

Me di cuenta de que efectivamente la oración es una comunicación con quien me ama y a quien quiero amar, y que dedico mucho tiempo a intentar conocerle, bien a través de la lectura de la Biblia, especialmente del Evangelio, como en la oración de contemplación.

¿Acaso no es a eso a lo que se dedican los amantes: contemplarse buscando conocer y abarcar todo del amado?

Busqué en la Biblia los versículos en los que se refiere a la relación con el Señor como una relación esponsal, encontrando palabras bellísimas, llenas de fuerza:

”Y oí como el rumor de una muchedumbre inmensa, como el rumor de muchas aguas, y como el fragor de fuertes truenos, que decían: «Aleluya. Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo, alegrémonos y gocemos y démosle gracias. Llegó la boda del Cordero, su esposa se ha embellecido, y se le ha concedido vestirse de lino resplandeciente y puro —el lino son las buenas obras de los santos—». Y me dijo: «Escribe: “Bienaventurados los invitados al banquete de bodas del Cordero”». Y añadió: «Estas son palabras verdaderas de Dios»”, Apocalipsis, 19, 7-9.

“Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva, pues el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar ya no existe. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén que descendía del cielo, de parte de Dios, preparada como una esposa que se ha adornado para su esposo. Y oí una gran voz desde el trono que decía: «He aquí la morada de Dios entre los hombres, y morará entre ellos, y ellos serán su pueblo, y el “Dios con ellos” será su Dios». Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni duelo, ni llanto ni dolor, porque lo primero ha desaparecido. Y dijo el que está sentado en el trono: «Mira, hago nuevas todas las cosas». Y dijo: «Escribe: estas palabras son fieles y verdaderas».” Apocalipsis 21, 1-5.

“Como un joven se desposa con una doncella, así te desposan tus constructores. Como se regocija el marido con su esposa, se regocija tu Dios contigo.” Isaías, 62,5.

“Tengo celos de vosotros, los celos de Dios, pues os he desposado con un solo marido, para presentaros a Cristo como una virgen casta” 2 Corintios, 2.

Todas estas lecturas me hicieron a entender que quien se casa con el Señor es la Iglesia. Pero, ¿qué es la Iglesia sino todos los bautizados, desde el Papa hasta el más pequeño de los bebés que acaba de recibir al Espíritu Santo? Los bautizados somos los miembros de la Iglesia, cada uno de nosotros debemos casarnos con el Señor para conformar la boda.

Me di cuenta de que, en realidad, casi toda la Biblia se puede leer en clave de amor conyugal. El Padre entrega a su Hijo como esposo a los hombres, y por si fuera poco, también nos entrega Su amor, el Espíritu Santo, para que podamos corresponderle. Es impresionante.

Seguí reflexionando sobre mi oración y me di cuenta de lo egocéntrica que a menudo es. Me di cuenta que soy como el novio que en cuanto tiene un momento con su amada se dedica a hablarle nada más de lo que ha hecho en su día, de lo que le ha salido mal, de los planes que tiene y de las preocupaciones que le invaden, pero apenas escucha a su amada ni busca corresponderla, tan solo ser escuchado.

Ya hacía messes que en una ocasión, cuando acababa de regresar tras una infidelidad hacia el Señor (cuando volvía de confesarme, quiero decir), pensaba en cómo era posible que él Señor me perdonara siempre. Entendí que Cristo es como una esposa maltratada, que a pesar de mis infidelidades y de mi maltrato no deja de amarme y siempre está a la espera de mi arrepentimiento, nunca me niega el perdón, siempre me vuelve a acoger en sus brazos. Más aún, entendí que como la esposa del borracho que una y otra vez llega a casa en un estado deplorable, no sufre tanto por el desprecio y el maltrato al que le someto, sino por el lamentable estado al que me abandono. Y su felicidad cuando regreso no es por Él, como si necesitara mi amor, sino por verme restaurado y capaz de acoger Su amor.

Entendí entonces que Jesús realmente estaba enamoradísimo de mí, y lógicamente de todo el mundo; que la mejor forma de entender qué siente por cualquiera de nosotros es esa: «está locamente enamorado», como un adolescente, solo que Él no idealiza a nadie, muy al contrario, nos conoce plenamente y de ahí la perfección de su amor, su amor es total, sin límites ante nuestras debilidades.

Seguí pensando en mi oración y me di cuenta que, como cualquier novio, también paso mucho tiempo hablando con Su Madre, mi Madre. Conocer a la madre del amado es necesario para poder llegar a conocerle en su más profunda intimidad. Y también dedico tiempo a hablar (y escuchar) a los que han sido sus amigos, a los apóstoles, sin duda y sus discípulos, pero también los amigos que ha tenido a lo largo de los siglos, los santos. Ellos me hablan de cómo se han relacionado con Jesús y consecuentemente de cómo es Él, y ellos, que ya han llegado a la meta, la boda con el amado, me ayudan, me guían por el camino hacia Él.

Pero es Él quien más me habla. Rezo para escucharle. Cada minuto frente Él en el sagrario, o mejor aún, cara a cara, cuando está expuesto en la custodia. Cada Eucaristía la cena de bodas, como si fuera el “ensayo” del banquete definitivo. En cada Misa mi amado se me entrega. ¡¡Como quisiera yo recibirle como Él desea que yo lo haga!!

¿Por qué rezo?, porque me voy a casar con Cristo. Amén.

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Dios NO castiga

Lectura de verano. Una entrevista en un periódico digital (libertaddigital.com) a una sra. llamada Laura Riñón Sirera a la que no tengo el gusto ni de conocer ni de haber leído ninguna de las novelas que ha publicado. Por algún motivo que desconozco el periodista hace una entrevista en clave evangélica, a golpe de versículos como pregunta. Hacia el final de la misma aparece el siguiente diálogo:

Periodista ¿En qué creyó alguna vez y, a partir de un momento equis, dejó de creer?

R: En el dios de la religión cristiana. Creí hasta los 24 o 25 años. Iba a misa los domingos y rezaba todos los días. Un día, me pregunté: «Este señor, ¿quién es?». Y, más que dejar de creer, lo transformé en otra cosa distinta. No puedes dejar de creer en algo que, al final, te ha ayudado. El dios que las religiones han creado es un dios para agarrarte, para dar esperanza y para generar culpa. «No puedo hacer esto; si lo hago, Dios me castiga».”

De manera automática pienso: “Otra a la que se lo han explicado mal”.

Y comienzo un monólogo que me gustaría compartir con ustedes.

A mi también me lo explicaron mal. Lo de que Dios castiga … y todo eso. “Los buenos van al cielo, los malos al infierno” y tal y cual.

Pero oye, que esta señora ya tiene una edad (y le concedo el beneficio de pensar que al ser novelista algo de cultura debería tener). Quizá podría haber contrastado algo las fuentes ¿no?

Es cierto que durante siglos, muchos siglos, la leyenda negra del “Dios castiga” ha sido transmitida de generación en generación por parte de algunos miembros activos de la Iglesia (sacerdotes, obispos y consagrados) y los miembros pasivos (los fieles) se lo tragaron con un amén, pero vamos, que basta con escuchar atentamente cada frase de Misa, leer detenidamente el evangelio (y si es necesario escuchar alguno de los muchos comentarios que hoy se encuentran en las redes a diario) y leer a los grandes (San Pedro, Santa Teresa de Jesús (o de Calcula, o de Liseux), San Rafael Arnaiz, San Ignacio de Loyola, al Santo Cura de Ars, Santa Faustina Kowalska, ¡¡y tantos más!!), para comprender que el nombre de Dios es Misericordia, no castigo.

Aquellos que hablan de que Dios castiga han debido tener una experiencia terrible (equivocada) con no sé qué dios.

Ni Dios creó al ser humano (perdón por utilizar un término políticamente correcto) para condenarle ni Cristo vino al mundo para castigarle.

Más aún Dios NO castiga, Dios REDIME.

Fijémonos tan solo en las últimas horas de Jesús en la tierra (antes de su resurrección). Especialmente en lo vivido en cada Eucaristía, en las palabras pronunciadas por Él: “Este es mi cuerpo” … “esta es mi sangre” … “que será entregada por vosotros” … y dicho y hecho, no se queda en meras palabras, sino que realmente se entrega, ¡¡qué sí!! ¡¡que se entregó!!, pero no solo a los judíos y a los romanos, ¡¡Cristo se entrega al Padre!!, ¡¡ por nosotros !!

Eso es redimir.

Según la Real Academia de la Lengua:

“1. Librar a una persona de una obligación, de un dolor o de una situación penosa.

2. Conseguir la libertad de una persona o sacarla de la esclavitud mediante el pago de un precio.”

Nos liberó del castigo merecido por nuestra falta de amor a Dios y al prójimo. Él ha pagado el precio.

Mire un crucifijo. Mire a Cristo crucificado. ¿qué mal cometió?, y usted, ¿ha cometido alguna vez algún mal?

¿Quién ha recibido el castigo? Él.

¿Cómo puede haber gente que sigue creyendo que Dios castiga a los hombres?

¿Y lo del juicio y lo del infierno?, ¿acaso todo eso es mentira, como ahora dicen algunos?

Me parece a mi que ni el juicio ni el infierno son mentira. ¡¡Claro que al morir nos enfrentaremos a un juicio sobre nuestra vida!!, pero ya conocemos la sentencia.

San Juan de la Cruz nos pasó las preguntas del juez y del fiscal: “Al atardecer de la vida, nos examinarán del amor”.

La verdad es que ya nos lo había avisado el mismo Jesús:

«Maestro, ¿cuál es el principal mandamiento de la Ley? Él le respondió: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente. El segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos pende toda la Ley y los profetas» Mt. 22, 36-40.

Así que me imagino sentado en el estrado:

“¿Me has amado?”

“¿Cómo me has amado?, ¿qué has hecho para entregarme tu amor?”

“¿Has amado a tus hermanos, a todos tus prójimos?”

¿Cómo les has amado?, ¿qué has hecho para entregarles tu amor?”

Y poco más, supongo.

Es un juicio un poco … amañado.

A ver, ¿quién puede tener miedo a un juicio en el que el Sr. Juez es tu Padre; tu abogado defensor es Jesucristo y (perdón por lo que voy a decir, porque esto sí que es cosecha mía y – lógicamente – no tengo la más mínima evidencia, pero creo que) el fiscal es la Divina Misericordia?

Más aún, encima la sentencia la establece el propio reo.

Solo hay dos opciones:

1. Aceptas la culpabilidad: “Señor mío y Dios mío, soy culpable de no haberte amado con todo mi corazón, ni con toda mi alma ni con toda mi mente. Además he faltado al amor a todos mis prójimos, anteponiendo mis deseos, intereses y caprichos a las necesidades de los demás”.

Y el Señor dirá: “Dices bien, has fallado al amor, ¿estás arrepentido?”

Y ante nuestro arrepentimiento el Señor Jesucristo aceptará en su carne el castigo que merece nuestro pecado y entraremos en su seno.

2. Renuncias a la defensa: “A lo largo de mi vida oí hablar de ti, pero nunca creí en ti. Nunca te amé, ni tuve el deseo o la necesidad de hacerlo. Más aún, aunque en algún momento hubiera creído en ti, te rechacé. Hice el bien a mis congéneres en lo que pude, pero nunca por ti, solo lo hice por mi propia voluntad”.

Y el Señor dirá: “Dices bien, has fallado al amor, ¿estás arrepentido?”

Y entonces el reo dirá: “No tengo nada de lo que arrepentirme. Viví la vida sin ti, viviré la eternidad sin ti.”

Y nuestro Padre Dios respetará ese último acto de libertad, como ha respetado todos y cada uno de los cometidos en vida, para bien o para mal.

Jesucristo nos redime, pero solo si aceptamos su redención. No la impone.

¿Cómo es posible que un Dios que es REDENTOR, que bajó del cielo para salvar a los hombres y en particular a los pecadores «No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores» · (San Mateo 9,9-13), haya pasado a la historia como un Dios que castiga?

Me resulta asombroso. Sin duda ninguna es la falacia más extendida y menos cuestionada de todas en la historia.

Creo que es, evidentemente, obra del maligno, el “príncipe de la mentira”. Y le ha salido redonda.

Pero ya esta bien, ¿no?, ya vamos siendo mayorcitos. Ya es hora de ir leyendo … viviendo la Misa … y siguiendo “el Camino, la Verdad y la Vida”.

Dios NO castiga, Dios redime. Que no te confundan, que no te mientan.

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