La vida es frágil.

Evidentemente me estoy haciendo mayor. Creo que solo eso puede explicar mi creciente consciencia de la fragilidad de la vida:

En este momento estoy sano, dentro de un momento podría dejar de estarlo.

Ahora mismo tengo cuatro hijos, en un instante podría perder uno (o todos).

Mi trabajo me llena plenamente pero un traspiés inesperado podría hacerme perder todo.

Hoy mi familia está plenamente unida y mañana, por un quítame de ahí esas pajas, dejar de hablarnos para siempre.

La vida es frágil.

No me agobia, no me preocupa. Es sencillamente tomar consciencia de la esencia de vivir.

La estadística nos dice que la esperanza de vida en España es de casi 83 años. Es curioso como ante ese dato – que además de las mediciones matemáticas nuestra experiencia nos confirma – nuestra mente ha decidido que eso es lo esperable. Y lo curioso es que si no se cumple, nos consideramos estafados.

Hemos decidido que tenemos “derecho” a vivir más de 80 años. Y a morir sin sufrimiento. Hay quien habla de “muerte digna”, como si hubiera algo indigno en morir, sea como sea.

Todos queremos morirnos mientras dormimos. Y sin haber sufrido antes. Si la muerte nos acontece despiertos y repentinamente … mal, otra estafa. Si la muerte espera a que pasemos meses o años postrados, con dolor, con necesidad de ayuda hasta para comer … más valía que hubiera llegado antes.

Y yo me pregunto … ¿quién nos metió en la cabeza esa idea?

¿Dónde está escrito que lo frecuente es lo correcto y lo contrario es una estafa?

La vida es frágil. Muy frágil. Desde el instante de la fecundación todo es un camino lleno de peligros.

Cada día que llego a la cama – yo y los que me rodean – vivitos y coleando, un privilegio. Y si entre los que somos familia mantenemos los lazos de la comunicación y el cariño ¡una maravilla!, y si encima mantengo un trabajo remunerado y que me llena, entonces no puedo aspirar a nada más.

Y el día que no ocurra – el día que llegue a la cama sin trabajo o sin vida – la mía o la de alguno de los que me rodean – pues será antes de lo esperado o no, será como me hubiera gustado o no, pero en ningún caso será una estafa porque nadie me ha prometido ni asegurado nada.

Queremos vivir bajo la ficción de que el sufrimiento es en todo caso evitable. Creemos que el ser humano ha logrado tal grado de desarrollo que puede controlar desde el inicio de la vida – te engendro, te congelo mientras no te desee, ahora te deseo, ahora te implanto en mi útero, y si no eres como quiero te aborto antes de que nazcas y después si tu vida alcanza suficiente sufrimiento te ayudaré a acabar con ella … que la incertidumbre intrínseca a la vida, o el simple hecho de cumplir con sus etapas nos aterra: botox en la cara, implantes en las tetas, vientre plano a golpe de gimnasio o de cirugía – ombligo nuevo y hasta labios vaginales de 14 años al llegar a la menopausia.

Estamos tan acostumbrados a los edulcorantes artificiales y a la cocina precocinada que esperamos que nuestra vida sea igual:  artificialmente dulce, perfectamente enlatada, con sabores y experiencias completamente predecibles y con fecha de caducidad a elegir.

La vida es frágil, pero mucho más que eso es completamente bella. Quien se empeña en mantenerla bajo su estricto control, cambiando a tan alto precio cualquier circunstancia que no se amolde a sus deseos y eliminando cualquier aspecto que no refleje su modelo de belleza – incluso en la muerte,  es evidente que no ha conseguido aceptarla en toda su esencia. Hay quien vive de tal modo que cabe pensar que la detesta.

No he firmado ningún contrato, por eso lo espero todo de ella. En lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida, acepto de la vida lo que me venga. La vida es frágil, en eso nos parecemos, creo que por eso me gusta tanto.

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Una respuesta a La vida es frágil.

  1. mdepuige@gmail.com dijo:

    👏🏻👏🏻👏🏻

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