En la primera semana de mayo de 1994 tuve el privilegio de escuchar a John Taylor Gatto. Acababa de ser elegido mejor profesor de la ciudad de Nueva York en los años 89, 90 y 91 y mejor profesor del estado de Nueva York también en 1991. Su conferencia marcó un punto de inflexión en mi incipiente carrera.
Entre otras muchas reflexiones me enseñó el verbo «escolarizar» en oposición al verbo «educar» y habló de cómo la «escolarización compulsiva está creando seres inútiles para sí mismos y para la sociedad».
«Inútiles para sí mismos». Desde entonces he dado muchas vueltas a este concepto.
Qué mejor objetivo para educar que desarrollar personas útiles a sí mismas.
Desgraciadamente creo que una enorme cantidad de personas de nuestra sociedad se conforman con lograr que un alumno, tras completar su escolarización obligatoria o voluntaria, esté capacitado para el mundo laboral y tanto profesores como directores escolares y padres, consideran cumplida su tarea si el joven en cuestión consigue desarrollarse en el mundo laboral.
¿Es eso suficiente?. Conozco muchas personas que son estupendos trabajadores y mediocres seres humanos. Desconocen el concepto de belleza y carecen por tanto de la posibilidad de buscarla, en sí mismos, en los demás. Ni siquiera en la naturaleza o el arte son capaces de apreciarla.
El ser útil para sí mismo busca satisfacer no solo sus necesidades materiales, sino también las más profundas y sutiles. Conoce su dimensión espiritual y aunque no siempre esté preparado para atenderla, nunca deja de apreciarla. Está en un desarrollo continuo, evolucionando hacia quién puede llegar a ser en cada momento, en lugar de quedarse anclado en una imposible «eterna juventud» que tan sólo refleja una terrible inmadurez.
El ser útil para sí mismo sabe que es el único responsable de su vida. No busca culpar a los demás, ni a sus padres, ni a la sociedad de sus desgracias. No necesita que nadie le diga qué debe hacer, aunque pida consejo sobre cómo debería hacerlo.
El ser útil a sí mismo sabe que su vida es necesaria, aún cuando no puede hacer nada para valerse por sí solo. Cuando hasta el gesto más íntimo necesita la ayuda de alguien que le sostenga, puede apreciar en sí mismo la belleza de entregarse a los demás.
Pero eso no basta. Además un ser educado debe ser útil a su familia. Útil de verdad. No meramente en lo económico, eso lo puede cubrir cualquier otro, o incluso él mismo después de muerto. Útil en el sentido de que su presencia y su vida le permite ser estímulo y acicate para el desarrollo de todos los que están a su alrededor. Sus hijos, por supuesto, pero también su cónyuge, sus hermanos y sus padres. Útil en el sentido de contribuir al auténtico bienestar de los que llama seres queridos.
Y la educación debe hacer seres humanos útiles a sus seres cercanos, a sus amigos, y a sus compañeros de trabajo o de la fila del paro. Útiles más allá de charlar y reír, que aún siendo imprescindible, es sólo el comienzo de una verdadera amistad. Útiles para acompañar a los que llamamos amigos allá donde quieren llegar y allí donde la vida inexorablemente les va a llevar. Útiles para que en el éxito nos miren satisfechos y en el fracaso se sientan acompañados. Y en ambas situaciones quieran sentirnos cerca para dar sentido completo a sus emociones.
Y por supuesto, un ser educado debe ser útil a la sociedad. En España muchos conciben el trabajo como un derecho e ignoran que es, además, un deber inalienable de todo aquel que pueda realizarlo. Es un deber trabajar haciéndolo de la mejor manera posible para servir al cometido que se le ha asignado. Todos debemos con nuestro trabajo contribuir a la mejora de cada uno de los que tenemos por clientes, pacientes, o meros usuarios. Si nuestro trabajo tiene como único fin nuestro sustento, hemos perdido gran parte de la ecuación y la belleza que lleva asociado.
Ser útil a la sociedad implica que nuestra vida haya significado un cambio, una mejora, en alguien en particular. Anónimo y desconocido, pero que ha podido obtener algo que sin nuestra aportación le hubiera faltado.
Supongo que toda esta reflexión se resume en que un ser útil a sí mismo, a su familia, a los demás y a la sociedad es una persona que vive para servir, y en la medida que se acerque a ello, más fácil le será descubrir la belleza de existir. Supongo que ese debe ser el objetivo de educar.
Excelente, me encantó esta reflexión, gracias por compartirla.
Esta gran reflexión me ayuda, me aporta, me reconforta y me hace sentir acompañada …, gracias por ser tan útil